Schumacher: La meta-economía

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F. Schumacher fue un economista que influyó profundamente en el pensamiento conservador. Tuvo bastante interés a lo largo de su vida por la espiritualidad. Lo demostró durante su estancia en Birmania, la cual derivó en una de sus obras más conocidas titulada “La economía budista”. No obstante, años después, acabó por convertirse al catolicismo, en 1971. Dos años más tarde escribiría su libro más conocido: “Lo pequeño es hermoso”. En él critica el sistema económico occidental por dirigirse demasiado hacia el consumismo y divinizar la maximización del beneficio aunque esta vaya en detrimento de cuestiones cualitativas que son objetivamente buenas. Es por ello por lo que insiste en rescatar principios morales, o virtudes, para que sean estos los que guíen a la economía en vez de convertirse esta en un ente totalizador que marca las pautas del comportamiento humano. Schumacher nos muestra preocupado como la actuación de muchos economistas y sus opiniones se fundamentan exclusivamente en sí los resultados son “económicos” o “antieconómicos”.

Pese a que Schumacher ataca ese concepto de “antieconómico” tildándolo de una especie de San Benito que se cuelga ante cuestiones cualitativamente buenas para desecharlas, no sería inadecuado, e incluso podría ser interesante, denominar la posición académica del autor como “antieconomía”. Esto sería un ejercicio para emular al destacado psiquiatra “antipsiquiatra” Thomas Szasz pues la línea de ambos son similares pero adaptándose a cada uno de sus correspondientes campos. Ambos niegan de raíz la metodología que se está empleando en sus disciplinas.

Entre todo lo polémico que trata Schumacher en el libro destaca la “meta-economía”. Su intención es reprochar a los economistas el abandono de las raíces y los contextos de los objetos de estudio de la economía, pues estos estarían asumiendo como dado el mercado, por ejemplo, y todos los mecanismos que operan a la hora de establecer el ordenamiento de la producción. Él define meta-economía de la siguiente manera:

“En este capítulo me limito a tratar sobre la segunda parte de la meta-economía, es decir, la forma en que una parte vital de la metodología de la economía tiene que provenir de un estudio de la naturaleza.”

Schumacher nos invita a abandonar esas fronteras (siendo conscientes de que pertenecen a otros campos de estudio) e ir a la raíz, no conformarnos con asumir conceptos o interpretar que han aparecido sin causa. Todo ello le lleva, también, a criticar el abuso de las matemáticas a la hora de estudiar lo beneficioso. Lo beneficioso no es mensurable, no es cuantificable. Coincide en esto con los postulados de algunos miembros de la Escuela Austríaca. Ambos defienden la existencia de componentes subjetivos, variables e impredecibles que impedirían, por ejemplo, el cálculo económico en un sistema puramente socialista. Se ve aquí como la huida que el autor hace del mainstream es coincidente con las críticas austríacas. El factor humano aparece en el centro, se le da importancia a las circunstancias personales y a lo cualitativo.

No tengo ninguna duda de que la visión de Schumacher sobre la economía y, en especial, sobre la meta-economía es, por lo menos, enormemente interesante para cualquiera que estudie teoría económica. Se abre un debate mucho más profundo que los habituales, se cuestiona de manera diferente todo lo que conocemos y asumimos. Desde luego es una lectura más que recomendada.

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