La carga impositiva de los navarros III: IRPF.

El IRPF se aplica sobre las personas físicas (en oposición a las personas jurídicas) y a sus ingresos. Estos ingresos pueden ser salarios, pensiones, alquileres, premios, etc. Se aplica además a los ingresos de los empresarios. También a las plusvalías en compraventas de bienes mobiliarios e inmobiliarios (terrenos, pisos, acciones, fondos de inversión… Sus tres pilares, por tanto, son las rentas del trabajo, las rentas del capital y las rentas de los empresarios. Se trata de un impuesto progresivo, que por tanto es mayor según son también mayores los ingresos. Además es un impuesto tremendamente complejo, con múltiples supuestos y disposiciones para regular la multitud de situaciones distintas que grava. No es nuestra intención, por tanto, hacer una descripción prolija del impuesto.

Sí pretendemos en cambio, por la peculiaridad de nuestro régimen foral, mostrar las peculiaridades del IRPF navarro en cuanto a la base liquidable y los tipos de gravamen respecto a la CAV y el resto de España.

Como datos adicionales a los de la gráfica, podemos añadir que el 79% de las declaraciones navarras presentan una base liquidable inferior a los 24.000 euros. Las inferiores a 18.000, de hecho, constituyen el 68% del total. Las superiores a 30.000 euros suponen el 14% y las superiores a 60.000 el 3%. Sin embargo, la aportación a la recaudación de ese 3% supone casi el 31%. La de quienes declaran entre 30.000 y 60.000, alcanza otro 30%. Quienes declaran rentas inferiores a 18.000 euros, sólo aportan el 15% de la recaudación.

Fuente: Diario de Noticias.

Por último, no queremos cerrar esta breve consideración sobre nuestros impuestos sin explicar en qué consiste la famosa curva de Laffer.

La curva nace en los años setenta, durante una cena en Washington en el restaurante Two Continents. El economista Arthur Betz Laffer trataba de explicar a unos amigos suyos cómo no había una correlación permanente entre más impuestos y más recaudación. La curva nace de un planteamiento obvio de Laffer: si tuviésemos que pagar el 100% de lo que ganamos en impuestos, nadie trabajaría, invertiría o crearía empresas. Por otro lado, si los impuestos descendieran al 0%, no habría recaudación. La expresión gráfica de este planteamiento era tan simple como dibujar un eje de abscisas con el tipo impositivo, y un eje de ordenadas expresando la recaudación. Laffer plasmó esa noche su teoría en una servilleta, con un dibujo que venía a tener este aspecto.

En el dibujo, se observa la existencia de un punto (P) en el que se da la máxima recaudación posible (R2) a un determinado nivel de impuestos (I2). A partir de este punto, la recaudación baja (R3) aunque se suban los impuestos (I3). De hecho, más baja cuanto más se suben los impuestos.

Evidentemente, la curva no dice que siempre que se bajen los impuestos aumentará la recaudación. Lo que dice, y ahí la originalidad de su aportación, es que pueden bajarse los impuestos y subir la recaudación, y que no siempre que se suban los impuestos aumentará la recaudación. Existen múltiples ejemplos en la historia reciente para comprobar empíricamente esta afirmación. El más típico es el de Islandia, donde el tipo impositivo se redujo de 45 a 18 entre 1991 y 2006. La recaudación, paralelamente, se multiplicó por seis. Algo que debiera hacer reflexionar a todos aquellos que, como Aralar e IU, se oponen sistemáticamente a las bajadas de impuestos con el pretexto de que disminuye la recaudación y, con ello, la extensión y calidad de los servicios públicos.

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