Pilar Vigila

LA EDAD DE UN REYNO: UNA EXPOSICIÓN MUY RECOMENDABLE Si algo se puede decir de La Edad de un Reyno, organizada en Baluarte por el Gobierno de Navarra y el Arzobispado, es que es un auténtico acontecimiento cultural. En primer lugar, porque se han conseguido reunir –no sin polémicas y dificultades- 270 piezas de los s.X al XIII, que vienen de toda España, y algunas de USA, Rusia, Francia e Italia. Por supuesto, casi lo más complicado ha sido conseguir las piezas más cercanas, como la Virgen de Irache o el retablo de Aralar. Suele pasar. Y es que tanto en Dicastillo como en San Miguel de Aralar han tenido malas experiencias previas, y los vecinos de la zona tienen razones para desconfiar. En el caso concreto del retablo de Aralar, fue expuesto un tiempo en el Museo de Navarra después del robo, y se lo quisieron quedar. Así como suena. Con las cosas que estamos viendo dentro y fuera, es normal que existan ciertos recelos. Pero el Arzobispado ha garantizado que las piezas serán devueltas con toda normalidad, y gracias al buen hacer de todas las partes, podemos disfrutar de estas obras de arte en un marco privilegiado y asequible para la mayoría. El otro gran logro de la muestra, conseguir traer a Pamplona los códices Albeldense, Amilianense y el de Roda. Es otro de los aspectos que no sé si los visitantes valoran en su justa medida. Como ya se ha dicho, no se había conseguido antes reunir los tres libros en una misma exposición. Además de su belleza y de su importancia histórica en general, para los navarros tienen un especial significado. El primero de esos libros es el llamado Códice Vigilano o Albeldense, realizado entre el 974 y el 976 en el Monasterio de San Martín de Albelda, fundado por Sancho Garcés I. En él se compendian tradiciones normativas, pautas de convivencia religiosa y civil que proceden de la arrollada –por el Islam- sociedad hispanovisigoda, y que sin duda alguna, permanecían vivas en el reino de Pamplona. En esta obra se produce la reivindicación de los orígenes hispanogodos de la monarquía pamplonesa. Sancho III el Mayor se adelantó en quinientos años a la concepción de la unidad hispánica de los Reyes Católicos. Su figura tiene una importancia decisiva en la historia de Navarra y en la de España. Con su acceso al trono de Pamplona en el año 1004 por derecho propio, el primitivo núcleo pirenaico de Aristas y ]imenos aparece plenamente consolidado como Reino de Pamplona, que se irá conformando posteriormente como Reino de Navarra. Y en esos códices se puede comprobar cómo esa monarquía de clara vocación hispánica y europea, se apoya en la herencia recibida de los hispanovisigodos. Así se rompen algunos mitos localistas sobre el rey Sancho, que lo situarían en una órbita algo más cerrada y reducida. Otro de los temas controvertidos es la orientación que se le ha dado a la muestra. En ella se pueden apreciar con claridad los fundamentos cristianos del Reyno de Navarra. Ésa es la verdad histórica, qué se le va a hacer. Abundando en lo que ya hemos apuntado antes, el primer caudillo al que se le reconoce el título de rey es Sancho Garcés I (902-925) que forja con la ayuda del Obispo Galindo las bases del nuevo reino. Su nieto, Sancho Garcés II Abarca (970-994), continúa con la obra de su abuelo, y desde la primacía de la Fe y con la ayuda de los monjes de Albelda y san Millán, elaboró el marco ideológico para la configuración política del reino. Los códices antes mencionados, que recogían las bases jurídicas e ideológicas fundacionales del reino, fueron elaborados bajo la dirección de los abades más importantes del reino. Y Sancho III llevó a su plenitud esta labor, con la ayuda de los obispos-abades de Leyre. Con la solidez y el impulso de una cultura de inspiración cristiana, Navarra llegó a ponerse a la cabeza de los reinos hispánicos. En esta exposición se pueden ver la fe y la devoción del pueblo de Navarra en sus orígenes, que se expresaba en todos los aspectos de la vida, y dio como fruto el arte y la cultura de una época que pone los cimientos de lo que ahora somos. Por lo tanto, seriedad histórica, piezas únicas de calidad indudable, marco adecuado… ¿cuál es el problema entonces? La gente se queja de la poca luz. Bueno, eso no es un defecto técnico de la exposición, es una exigencia de los conservadores de los museos que prestan las piezas. Y si no cumples los requisitos, no te las dejan. Y es que la luz es veneno puro para algunas de las allí expuestas. Otra queja, la extensión. Sí, es larga. A lo mejor es que hay que ir dos veces, una para hacerse una idea, y otra para detenernos con placer en los aspectos más interesantes para nosotros. Y es que los audiovisuales son muy buenos, pero requieren tiempo y paciencia por parte del espectador. Vamos, que no hay problema… quizás es necesaria una actitud que no es exactamente la de devorar las píldoras de cultura rápida que hoy en día se nos suelen ofrecer. Por el título un poco confuso de la muestra, da la impresión de que el Gobierno de Navarra ha querido imitar en cierto modo la serie de las Edades del hombre. Bueno, en calidad, la exposición no va a la zaga de aquellas, ni mucho menos. Es cierto que peca a veces de un poco técnica, resulta un densa en algunos momentos, y quizá es menos vistosa. Pero cuidado, porque en esta época en la que la divulgación y la cultura de consumo han provocado la banalización de todos y cada uno de los eventos culturales que se nos ofrecen, el que el Gobierno de Navarra se haya pasado de profundo y de seriedad intelectual, es un fenómeno que habría que aplaudir. A lo mejor les ha salido sin querer. Así que yo recomendaría al público navarro que haga un pequeño esfuerzo, y se acerque al Baluarte con ganas de aprender y de admirarse ante nuestro pasado, del que tanto tenemos que aprender. No sé si nos van a dar otra ocasión tan buena como esta. Y todavía tenemos tiempo hasta el 30 de abril. Pilar Vigila

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