En mi colaboración con este medio digital del pasado día 21 de octubre sobre EL BLINDAJE DEL CONCIERTO VASCO dejaba en el aire una pregunta: ¿mantienen las provincias vascongadas derechos históricos?. Yo creo que no, porque no lo desearon en el proceso constituyente de 1978. Los derechos históricos de los territorios forales que la Constitución ampara y respeta en su disposición adicional primera, sin ser jurista, se deduce en pura lógica que son aquellos que se tenían activos y en ejercicio en el momento de aprobarse la Constitución que, bajo su amparo, podían ser actualizados y mejorados en el marco de la propia Constitución. Es evidente que las tres provincias vascongadas podían haberse acogido a esta actualización, pero sus políticos influyentes (PNV) no lo desearon, porque quisieron abandonar el régimen o vestigio foral.
Los separatista vascos en el 78 nada querrían saber d regímenes forales porque ello supone la lealtad, al estado y a la unidad constitucional, de cada uno de los territorios forales por independiente como se convino en la Ley de confirmación de Fueros de 1839. Lealtad que el separatismo nunca ha estado dispuesto a respetar. La ruptura la necesitaban para aspirar a un ente político y territorial nuevo y único, ajeno a la foralidad ya que separatismo y foralismo son antitéticos.
Los separatistas quisieron romper este estatus. y es así como quisieron y bendijeron la DEROGACION DE LOS FUEROS de las provincias vascongadas; una joya política jurídica e histórica tirada por la borda. Y así fue, porque la propia Constitución en su disposición derogatoria punto 2 proclama: “En tanto en cuanto pudiera conservar alguna vigencia, se considera definitivamente derogada la Ley d 25 de octubre de 1839 en lo que pudiera afectar a las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya”.
Creo que nadie dudará de que los herrialdes ya no tengan derechos históricos forales porque así lo desearon sus políticos separatistas, ni tampoco puede negarse que solo Navarra mantiene la confirmación de los fueros desde 1839, amparados y respetados por la constitución del 78 y amejorados en nuevo pacto con el Gobierno de la Nación en 1982.
Esta foralidad, que es garantía de la unidad política con España, pero perdida por las provincias vascas, es causa y origen de la deriva separatista del país vasco, que habiendo podido recuperar el cauce foral prefirió un encaje estatutario ex novo, hacia una autonomía siempre insatisfecha y desleal consigo mismo y con la historia.
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José Javier Viñes