Muchas veces nos ocurre que queremos transmitir la pasión que nos inflama una lectura y al intentarlo sufrimos la decepción de que nuestras palabras se quedan a medio camino. En esta ocasión no puedo dejar de confiar en que la pasión viene empujada por la realidad. Aunque a veces parezca que una mayoría quiere mirar para otro lado.
La cuarta trama es la recopilación de hechos fundamentales antes y después de los atentados del 11 de marzo de 2004. El título responde a la deducción esencial de su autor: tuvo que haber una cuarta trama hoy desconocida que organizara esos atentados. Su virtud reside en que todas las afirmaciones, a excepción de consideraciones evidentes, tienen una nota a pie de página en que se señala la fuente, esta vez irrevocable: la propia instrucción del sumario y el juicio posterior. Nadie podrá decir que el libro es una fantasía amarillista. No: José María de Pablo, abogado representante de parte de las víctimas en el juicio, no deja una sola afirmación sin avalar. Y demuestra, sin proponérselo, que, sustancialmente, todo lo que un Casimiro García Abadillo o Luis del Pino han publicado es verdad.
La campaña de desprestigio del gobierno del PP, con la voz de Rubalcaba en televisión y Rodríguez Zapatero al teléfono hablando de un terrorista suicida que jamás existió, es la mayor vergüenza de la historia de nuestra democracia. Es una vergüenza porque no sólo no se mintió desde el partido socialista, sino porque a día de hoy nada se ha cumplido: ni se ha descubierto a Al Qaeda, ni la sombra de la guerra de Irak, ni se sabe con seguridad qué explotó, ni se podrá saber: pruebas destruidas, confidentes que aseguran -jugándose el pellejo- que ya habían avisado de que un atentado se estaba fraguando, manipulaciones inauditas para que el nombre de la ETA no asomara jamás por la investigación. No voy a hacerles un resumen del libro: léanlo, entre los chismes y los datos flagrantes media la dedicación de unas horas de lectura para conocer lo que sabemos y lo mucho que escandalosamente no sabemos de una historia negra, que como una novela, discurre ante el lector con la circustancia de que todo es real.
Por supuesto que con lo que sabemos –y con lo que desde el principio se sabía- si a la izquierda le hubiera interesado, ETA sería el responsable de estos atentados. Uno sólo de los datos de los que disponemos hubiera servido para poner a la ETA en los titulares. Los que preferimos analizar los hechos relatados en instancias oficiales no vamos tan lejos, y nos quedamos con que, como mínimo, cundió la negligencia y seguimos sin conocer la equis.
La manipulación de aquellos días contaba con que mucha gente desahogaría su horror con un chivo expiatorio y ahora, la dificultad con que se encuentran la mayor parte de las víctimas, absolutamente defraudadas con el juicio dirigido por Gómez Bermúdez, es que a los asaltantes de las sedes del PP les resulta muy penoso reconocer que las aguas desbordadas nada regaban. Pero no es sólo una voluntad de las víctimas: estoy seguro de que somos muchos los que no queremos desistir, pedir justicia y que se conozca quién organizó un golpe de estado terrorista para cambiar un resultado electoral.
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Javier Horno.