La conciliación tiene un problema.

Por fin hemos visto que la conciliación no es la panacea del siglo XXI y empezamos a detectar no uno sino muchos problemas. El primero es que si la imponemos a todas las mujeres nos encontramos con una rebelión porque las medidas totalitarias nunca se pueden aplicar durante largo tiempo y además son tremendamente injustas. Y ahí estamos, diciendo los "expertos" que la conciliación para las mujeres de clase baja supone "mermar su salud" y para las de clase alta supone "renunciar a tener proyectos de familia". Lo ha dicho recientemente en Pamplona Lucía Artazcoz, trabajadora en la Agencia de Salud Pública de Barcelona. Y esto es un problema simplemente porque no acabamos de defender el derecho básico y fundamental que tenemos las mujeres de decidir dónde trabajamos, de defender que el trabajo en familia, con dedicación exclusiva y permanente es también un trabajo. Mientras los hay que postulan por horarios recortados o trabajo a tiempo parcial, otros como la señora Artazcoz sostienen que ni hablar que para las mujeres esto es penalizarlas y creo que en esto tiene razón porque algunas quieren ser profesionales de primera en su familia, del mismo modo que otras quieren serlo fuera de casa. Otros promueven el reparto de las cargas familiares, las cargas no los cargos, porque en familia para algunos no hay cargos, ya saben ustedes, sólo hay cargas. Otros apuestan por reducir el numero de hijos, reducir sus cuidados directos, reducir el tiempo dedicado a ellos… reducir reducir reducir… en aras dicen de "calidad". Pero esto, que no acaba de cuajar en el ámbito de la empresa, quieren imponerlo a todas las familias haciendo del cuidado y educación de los hijos una especie de cajón de sastre. Y claro, no cuadra porque lo del café para todos ya no está tolerado, afortunadamente. ¿Y si respetamos la libertad de todos? ¿Y si dotamos a las familias directamente para que se organicen como quieran según las necesidades de sus hijos o sus prioridades en la vida de sus miembros? ¿Y si les damos a ellas lo que cuesta una plaza de guardería o de una residencia geriátrica y que ellas decidan qué hacer con sus hijos y dependientes? ¿Es esto políticamente incorrecto? Pues si no lo hacemos pronto la pregunta de moda puede ser ¿vives o concilias?
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