Jesús Iribarren.

Rafael Iribarren, abogado, nieto del eminente abogado y compañero de colegio del abajo firmante, me decía orgulloso de su abuelo que “tiene la cabeza mejor que tú y que yo”. Le suelo preguntar por él, porque le conocí en la entrega de la medalla de Carlos III el Noble; yo presentaba a Eduardo Hernández Asiain, y aproveché que estaba sentado a mi lado para pedirle que me aclarara cómo debía dirigirme a las autoridades. Me lo explicó con mucha exactitud; hizo la observación de que se suelen utilizar mal los tratamientos, y me pidió que le guardara el bastón mientras leía su discurso. Luego yo olvidé devolvérselo y él olvidó recuperarlo. Así que, en la foto del Diario de Navarra, salgo con bastón, sentado junto a él. Anécdotas que recuerdo porque me pareció una persona rebosante de esa elegancia y lúcida sencillez que da una senectud a la que se llega con ánimo decidido.

Me alegra, en medio de los dimes y diretes de la actualidad, verle en la foto de familia, orlado por hijos, nietos y biznietos, celebrando un siglo. Qué no podrá contar; cuántos argumentos de película podría sugerir; qué oportunidad pierde el cine español de retratar a quienes a fuerza de trabajo levantaron el país, que es lo que se suele decir y además es verdad. No le conozco apenas, pero a mí siempre me impresionan las personas que alcanzan la vejez y hablan de la vida y de la muerte y de Dios, sin tapujos. La jerarquía eclesial, bienintencionadamente insiste en la reflexión para enriquecer la vida del cristiano, pero al cabo, a mí me impresiona más el testimonio de alguien que a los cien años dice que lo más importante es estar en paz con Dios. Y no será porque no tenga en poca importancia a su familia (¡veintisiete nietos, veintisiete biznietos!). Me transmite otra manera de percibir la vida; viéndole en la foto uno roza con los dedos la serenidad que daban los abuelos cuando se era niño. La sabiduría de la edad es un privilegio para los sentidos y para eso que llamamos alma. Corremos el peligro de divorciarnos de nuestros mayores, y acaso perdamos la mejor herencia.

No creo que don Jesús Iribarren sea consciente del valor de su testimonio en medio de una sociedad en la que todo lo referente al más allá está muy pero que muy allá. Guardo esa página de periódico, por su calidez. Feliz cumpleaños.

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