Flotilla o bienestar

El pasado miércoles 1 de octubre, las Fuerzas de Defensa de Israel llevaron a cabo una intervención marítima muy concreta, con la estricta finalidad de garantizar la seguridad de su territorio. En base a lo que ya se vino advirtiendo de antemano y se elevó a las correspondientes autoridades judiciales, se interceptó a casi todos de la famosa «Flotilla Global Sumud», conocida como «flotilla» para simplificar.

Uno se refiere a cierta «comparsa de navíos» que partió desde la mediterránea y española metrópoli de Barcelona a finales de agosto. La misma que ocasionalmente dudaba sobre la continuidad del viaje y tenía cierto miedo a irrelevantes tempestades marítimas. Aquella cuya tripulación trató de priorizar la codiciada ociosidad del archipiélago balear durante las primeras etapas.

Esa «flotilla» también destacaba por ser una mera excursión de la alianza entre la (neo)izquierda y el islamismo. Figuraban personas como la ex alcaldesa «okupa» Ada Colau (máxima responsable de la degradación de la Ciudad Condal), la activista ecosocialista Greta Thunberg, el sufrido admirador de Hezbolá llamado Thiago Ávila y el representante exterior de Hamás que responde al nombre de Saif Abu Kashk.

El caso es que la izquierda española ha tomado las calles y los espacios públicos de ciertas facultades consideradas como sóviets intelectuales sembrando caos e incurriendo en disturbios. Lo que ya fue notorio en momentos puntuales y al boicotear etapas de La Vuelta Ciclista del presente año se ha acelerado bajo el pretexto de un «secuestro» (curioso secuestro cuando los «afectados» se pueden comunicar por redes y/o con letrados).

En sus medios se presume de haber llenado más de un espacio público o de haber contado con suficientes personas como para insinuar la exhibición de «músculo reivindicativo». Además, la llamada «causa palestina» se ha convertido en la principal preocupación de la extrema izquierda (Sumar y PODEMOS) y en la nueva maniobra distractora del dictador posmoderno Pedro Sánchez, y en el nuevo «reclamo» de la «izquierda abertzale» etarra.

La izquierda ya no es que se limite a instrumentalizar sin empatía a las llamadas «clases trabajadoras» y «personas no pudientes», sino que está dispuesta a hacer todo lo posible para subvertir los fundamentos occidentales judeo-cristianos que puedan asegurar un cuidadoso respeto al orden natural, con ciertas libertades y derechos no positivos que son fundamentales.

Al centrar el discurso en Palestina, están haciendo todo lo posible para recibir los aplausos de un grupo terrorista islamista y habitualmente reacio a cualquier proposición de paz. Además, cabe recordar que, en conformidad con los preceptos islámicos coránicos, se persigue al «infiel», entendido como persona no creyente (la izquierda siempre ha aparentado ser muy laicista, con tal de expulsar a Dios del centro).

Se sabe a su vez que el islamismo palestino no es una excepción en las cuestiones relacionadas con las mujeres y los homosexuales. Las primeras son sometidas a la típica humillación islámica (más allá de tener que llevar velo) mientras que aquellos a los que dicen proteger del «odio trumpista y orbanista» corren peligro de muerte (tal cual).

Ergo, les aplauden quienes cuestionan su supuesto «idilio woke». Pero también quienes comparten las interpretaciones religiosas de quienes, gracias a las «puertas abiertas», están ocupando el vacío nihilista de Europa Occidental y provocando una progresiva pérdida de seguridad y de sensación de libertad (Bruselas, París, Barcelona, Londres, Manchester, Berlín y, así, un largo etcétera).

Eso sí, mientras que centran su estrategia de caos callejero estos izquierdistas en reivindicar su alianza con el islamismo y su ausencia de pudor al pedir el aplauso de Hamás y de Hezbolá, el español promedio lo está pasando peor. Cabe referirse a distintas cuestiones económicas, al margen de la propaganda de la «estadística oficial inflada» y tergiversada.

Sin que haya una correlación positiva alta a efectos salariales en estos momentos, el nivel de vida aumenta mientras que los estancados salarios cada vez resultan en un neto mucho más bajo (debido a los distintos impuestos directos e indirectos así como a las abusivas cotizaciones). Pero no es por la avaricia del arrendatario, ni por el enésimo fondo buitre ni por ningún «mal gran empresario».

La inflación sigue disparada. La compra de productos básicos en el supermercado sigue siendo cada vez más costosa, de modo que una cesta tenga a veces un coste mayor al del consumo de un menú del día o el encargo de ciertas raciones. Esto también repercute en que, aún así, en los bares y restaurantes, algunos productos se hayan encarecido.

Este factor también se suma a la políticamente intencionada ausencia de oferta inmobiliaria (por la compleja burocracia que ahoga nuevos desarrollos y la inseguridad jurídica de los propietarios de inmuebles que se podrían poner en alquiler). La vivienda es cada vez más inaccesible para los jóvenes mientras que otras familias ven cómo tienen que pagar importes hipotecarios más caros.

Hay una generalizada pérdida del poder adquisitivo. Del mismo modo, muchos españoles se ven obligados a utilizar servicios sanitarios estatales que están totalmente colapsados, de modo que una posible operación urgente podría demorarse meses y meses (hay quienes intentan sortear esto recurriendo a la sanidad privada, con y sin póliza).

La educación estatal también está masificada, aparte de tener una calidad deteriorada y responder al espíritu del poco incentivo en lo público y al adoctrinamiento ideológico. Luego, ya se sabe que el monopolio ferroviario español resulta estar provisto de condiciones tercermundistas a precios poco competitivos que incentivan indirectamente la movilidad internacional frente a la nacional.

La delincuencia también aumenta, lo cual perjudica más a los menos pudientes. Cuanto más acomodado es un barrio, no solo hay un importe mayor del metro cuadrado de venta, sino también una seguridad mucho mayor. Además, son esos barrios que detesta la izquierda por cuanto y en tanto «no quieren ricos» así como tampoco «votantes de la derecha y gente que vaya a misa» (aunque luego ellos no se arriesguen a lo peor).

Ergo, España emprende un camino hacia la tercermundización salvo que haya un drástico cambio de poderes y de rumbos. Sin duda, eso nos debe de preocupar, igual que otras erosiones de libertades concretas perpetradas por el régimen dictatorial posmoderno de Moncloa con la colaboración de la Unión Europea y de la complicidad opositora y entreguista del PP.

Quiero una sociedad del bienestar donde las familias y los individuos puedan prosperar sin las trabas del estatismo socialista y satánico. Y al mismo tiempo, como uno cree en ciertos valores y apuesta por las sensatas libertades concretas del orden natural, se niega rotundamente a apoyar a regímenes islamistas terroristas y a dar por válido que más de 2/3 de la población de esos países les puedan apoyar.

Ningún Judenfrei es legítimo, aunque tenga aires de «modernidad woke». Yo prefiero seguir el ejemplo de aquellos católicos que salvaron a los judíos del horror nazi (entre ellos, diplomáticos como Sanz Briz, el «ángel de Budapest», y gran parte de la mayoría social polaca, líder en el ranking de «justos entre las naciones», junto a figuras del calibre de San Maximiliano Kolbe).

Ergo, digamos a la libertad frente a Hamás y a cualquier socialismo cómplice.

Am Jail Israel!

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