En Chile, según me contó un amigo mío de allí, no queda mal utilizar el artículo determinado para referirse a alguien; es más, el hecho de que ese uso del artículo con nombre sea propio de personas llanas lo revaloriza, de manera que si alguien no lo usa así se le considera pretencioso. Hay que referirse a “la Espe”, “la Isa”,… ya que si uno se refiere a Espe, Isa, así, simplemente Espe o Isa, le mirarán raro, como diciendo “pero tú quién te has creído que eres”.
Pues yo aquí hago un juego de palabras y me refiero a la Esperanza, Aguirre para más señas, y también a la esperanza como anhelo de tiempos mejores en política. Y no me refiero a la ideología o a los modos de gobernar de esta señora, con los que uno puede legítimamente estar más o menos de acuerdo, sino a ciertos signos de salud política y democrática que ha mostrado, y que todos los servidores públicos deberían también mostrar.
Y es que a Esperanza le critican. Le critican porque se va a la empresa privada. Y yo no lo entiendo -no entiendo las críticas, quiero decir-. Un pequeño repaso:
“Siempre pensé que la política no es una profesión, es un servicio público que necesariamente tiene que ser temporal”; bueno, es una opinión por lo menos tan respetable como su contraria. Y yo la suscribo totalmente, por más que si alguien es bueno en la función pública se quede en ella mucho tiempo…
Ha dicho que va a proponer al PP de Madrid, de la que es todavía presidenta, “que no pueda ir a un cargo público ni a un escaño ni a un puesto directivo importante alguien que no haya cotizado a la Seguridad Social en otra cosa, que no haya sido autónomo, empresario, que no haya hecho cosa distinta en su vida“. De nuevo, opinión y medida que me parece totalmente respetable y que también suscribo totalmente.
Decía también Aguirre: ”Que no se pueda acceder a un cargo sin haber hecho antes otra cosa. Ya verás tú como cambiaría rápidamente el panorama“; y tiene toda la razón. Ojalá le hagan caso en su partido. Si a la política realmente fueran los mejores, los que no necesitan amarrarse al sillón para seguir comiendo, los profesionales que han sabido ganarse un mínimo nivel de prestigio en lo suyo y por tanto tienen un futuro después de la política… otro gallo nos cantaría. No harían falta tantas administraciones del Estado para colocar amiguetes, tantos privilegios vitalicios, tanto mamoneo de influencias ni sillones en Consejos de Administración de empresas con intereses públicos o semi públicos. Unas ideas similares propone Joaquín Leguina en el PSOE, y ojalá le hagan también caso en ese partido. Y es que a los críticos igual no les gusta que esta señora reclame que la política sea precisamente “el lugar donde van los mejores“…
Le critican por ir a la empresa privada y mantener al mismo tiempo su puesto de presidenta del PP madrileño. Y sigo sin entenderlo. ¿No será que hay algunos políticos a quienes la posibilidad de quedarse sin la mamandurria oficial “les da más miedo que un nublao”, y prefieren que no haya nadie que demuestre que no la necesita?, ¿no será que a los que critican no les gusta que se demuestre que un político puede dejar el cargo y que no pase nada?, ¿no será que, si la opinión pública ve que después de la política hay vida, quizá se queden sin sus prebendas?.
Es que, ya se sabe: no se puede ser demasiado bueno, que eso deja a los compañeros en mal lugar. Si enrasamos por abajo, cabemos todos; ahora, como enrasemos por arriba… igual hay que ponerse a trabajar y todo…
Cuando Esperancita anunció que se iba a la empresa privada, Tomás Gómez, uno de los actuales líderes del PSOE, se extrañó de que la ex presidenta de la Comunidad de Madrid consiga trabajo tan rápidamente en un país que ronda los seis millones de parados. Y yo alucino. Hace falta ser corto de vista, o tener poca -poquísima- experiencia de cómo funcionan las cosas en el mundo real, ese mundo que existe y está fuera de las sedes de los partidos políticos.
A Esperanza le critican, y con esas críticas arremeten también contra la esperanza de que algún día podamos vivir tiempos de mayor sentido común en la política de nuestro maltratado país.