Es la nueva fórmula que utilizan en este siglo XXI los jóvenes navarros “emancipados” para ubicar al personal. Hasta no hace mucho la pregunta, si había que hacerla, se formulaba así: “¿Y tú de dónde eres?”. Y en esa única pregunta se interrogaba por todo lo demás: el pueblo, la familia, el colegio, el trabajo, los vecinos, el paisaje, las raíces, las tradiciones, las fiestas, todas las cosas típicas y folclóricas… Luego, como la vida se complicaba y se hizo difícil vivir cada uno en su pueblo o en su barrio, hubo que preguntar: “¿Y tú dónde vives?”. Ahora ni eso. Ahora se recurre al: “¿Y tú, dónde estás?”. Como si comprar un pisito con el compromiso de treinta años de cuota mensual por delante no diera para más arraigo. Se utiliza el verbo “estar”, conscientemente, como para disimular con un matiz de provisionalidad la desgracia que te ha tocado de tener que “estar” ahí, en un barrio que no te dice nada, en una calle que hace dos años era un trigal. Se dice “estar” como pudiera decirse “dormir”. “¿Y tú, dónde duermes?”. Ni siquiera nos atrevemos a decir “vivir”. Porque se vive a trozos: donde se duerme, donde se trabaja, donde se bebe, donde se compra… y el resto en el coche o en la villavesa. Esto es lo que hay. A lo mejor resulta que es una situación transitoria y puede que acabe humanizándose. Pero hoy por hoy hay que reconocer que tenemos un problema porque estar, lo que se dice estar, están las cosas, no las personas.
Jerónimo Erro