¿O no? Los detalles aparatosos del proceso, como el crecimiento del PP, la desaparición de CDN, la mengua del PSOE o la entrada de Bildu en las instituciones locales y regionales no dejan de ser transvases puntuales de un mismo fluido ideológico-sentimental. (Los inmigrantes, hasta el momento, no parece que tengan un efecto determinante en las elecciones españolas o en las navarras). Y sin embargo, no se por qué, cada vez que llegan las elecciones estamos todos como esperando milagros, la irrupción de novedades fantásticas, vuelcos institucionales, revoluciones democráticas. Parece ser que las cosas de la política no funcionan así. Existen cambios, pero son más sutiles.
Todo depende de cómo nos enfrentemos al fenómeno electoral. Los partidos llamados de centro derecha funcionan como si los electores fuesen peces (y sus votantes, pescado). En cambio los partidos llamados de izquierda trabajan como agricultores, de forma que para ellos las elecciones no son una simple recolección de recursos naturales sino la cosecha de lo que un día se sembró.
El debate político, social e ideológico se limita desde hace mucho tiempo al juego electoral y carece de hondura. Realmente no se debate, no se discute, no se argumenta. Dos no debaten cuando uno no quiere y eso es lo que pasa. Que el reformismo-progre-centroderechista-regionalista-liberal-democratacristiano se limita a recoger lo que no se han llevado los otros.
Las elecciones, ganar las elecciones o estar en el candelero de la oposición, sirve para algo más que para gestionar los dineros y hacer nombramientos en el BOE, sirve para ir sembrando. Pero parece que algunos no se quieren dar cuenta.