¿Quién defiende a los más débiles?

El Defensor no. Al menos en Navarra eso ya lo tenemos claro. Y Zapatero tampoco ¿se han fijado cuántas veces dice la palabra "fortaleZa"? 
Antes de Nietzsche eran los reyes, o los gobiernos, o el estado, o la administración -como queramos llamarles- quienes ostentaban como un título de gloria eso tan caballeresco de socorredor de desvalidos, huérfanos y viudas. Entonces se daba por hecho que había personas débiles y, al menos en la teoría, se procuraba que nadie viera la debilidad como una vergüenza sino como una oportunidad en la que poder experimentar la caridad de los otros. Ahora que estamos en la cresta de la ola de lo políticamente correcto no se admite sino una única ideología implacable que consiste en dar por supuesto que ya que todos somos libres e iguales, y que todos votamos igual, las debilidades y las flaquezas de cada uno son SU problema.
Así, el estado publicará en varios tomos leyes y normativas para la instalación de rampas para las sillas de ruedas o de semáforos sonoros. Pero no sugiere que a veces alguien tendrá que empujar la silla o ayudar a cruzar la calle. Dictará penas cada vez más duras para los hombres violentos. Pero no se mojará a la hora de consolar las debilidades de muchas estructuras familiares.
Tengo la impresión de que debajo de la parafernalia de los nuevos derechos se oculta el desvalimiento cada vez mayor de los más desvalidos. Prescindiendo del aborto -si fuera posible "prescindir" del mayor genocidio de la historia- hay muchas otras víctimas que no se ven en absoluto aliviadas al saber que alguna línea de alguna norma legal se acuerda de ellos. Los ludópatas o los drogadictos de toda clase, por ejemplo, sufren porque son débiles ante la tentación del juego publicitado a mansalva o de la droga que se ofrece con facilidad. Los ancianos impedidos sufren ante la debilidad de sus lazos paternofiliales. Los niños sufren porque están indefensos ante una cultura que no respeta la inocencia. Y todos en realidad sufrimos porque no somos superhombres y nos vemos empujados muchas veces a mantener un ritmo de vida que nos estresa. A veces me pregunto si este estado del bienestar no será un estado del bien aparentar. Un estado que, en definitiva, no defiende a los débiles de verdad sino solo a los que se hacen los fuertes.

Jerónimo Erro

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