Iniciativa por Navarra: cuantos más partidos, mejor

Lo peor de la ruptura de UPN-PP es que se ha fragmentado sólo en dos partes. Ojalá hubiera estallado el pacto en mil pedazos. Ojalá que cada uno de los 50 parlamentarios forales fuera representante de sí mismo y sus circunstancias. Ojalá tuviéramos 50 partidos en la cámara porque de esta forma el parlamento foral de Navarra se acercaría más y mejor al ideal democrático de las viejas Cortes. Sería genial -y sensato- que los partidos fueran muy grandes y muy pocos a la hora de dirimir los mil asuntos coyunturales de la cosa pública: un «partido» anti-tabaco, otro de fumadores; uno pro-embalses y otro anti-embalses; uno por el polígono de tiro, otro defensor del gardacho; uno tacaño y otro despilfarrador en la subvenciones culturales… Y al mismo tiempo creo que lo ideal y sensato sería que los partidos fueran muy pequeños y abundantes a la hora de institucionalizarse.
Sin embargo vamos de cráneo, porque lo que está pasando es lo contrario: que los políticos se suelen encuadrar, de forma estable, en unas pocas maquinarias partitocráticas que asfixian en la mayoría de los casos la libertad de voto, el debate, la misma vida parlamentaria. Así de aburridos estamos.
Por eso, sin dejar de expresar el recelo y prevención que cualquier novedad electoral genera, hay que aplaudir el gesto a los promotores de Iniciativa por Navarra. Que un grupo de políticos municipalistas independientes decida saltar al ruedo para tratar de romper el monopolio partitocrático se merece, al menos, un voto de confianza. Pero en absoluto con la esperanza de que sean ellos -otro partido más- quienes arreglen todo lo torcido. Al revés. Con el deseo de que cunda el ejemplo.

Jerónimo Erro

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CLAVES EN OPINIÓN

4 respuestas

  1. D. Jerónimo veo que su columna es el ingrediente fundamental de eso que predica el medio de «grandes dosis de provocación». Y le prometo que más de un día he pensado entrar al trapo y si no lo hago, no es por falta de ganas ni de vanidad (reconozco que de esto escribir y te lean tiene su cosa), sino de tiempo.

    Estoy de acuerdo con Vd. en que un pueblo libre necesita de un órgano que exprese el sentir del pueblo. En lo que discrepo es que la representación se confiera a un ente anónimo llamado partido. Sin entrar en profundidades histórico-técnicas la sustitución de la representación del diputado por el partido es algo propio de los totalitarismos. Ya expuse una vez las facciones son inevitables si hay libertad pero no significa que una asociación de gente hambrienta de poder sea necesariamente buena. La relación diputado-partido no es la base de la representación sino que el pueblo le dé un encargo al diputado y si este diputado es infiel al encargo que lo echen. El hecho de que los diputados solo rindan cuentas cada 4 años es un mecanismo que permite que el diputado pase de subordinado a jefe.

    Y lo que no puedo aceptar es que se admite sin protestar el engaño que subyace en la conversión de unas elecciones parlamentarias en unas elecciones al gobierno. Es una trampa en si misma que se agrava con el monopolio de las funciones en manos de los partidos. No es lo mismo elegir a quien tiene que encargarse de nuestros asuntos en la Cámara que elegir a quien va a ser nuestro jefe o Presidente.

    Y esa conversión del acto de representar enun acto de gobierno es un mecanismo sofisticado para pastorear al pueblo (‘hay que ser responsables votando’) que se agrava con la partitocracia o reparto de lo público entre partidos de acuerdo a las cuotas derivadas del acto de votación.

    En esas condiciones considero que no votar es un acto de rebeldía contra la manipulación y la sumisión a los gobernantes.

  2. Pues yo no estoy tan seguro. Una cosa es que la gente se organize y tenga iniciativas, y otra que se presente como una alternativa en las elecciones. El hecho de que uno sea del Osasuna, vegetariano o amante de los pájaros puede ser un plus, pero una abundancia de circunstancias no es garantía de una mejora de las estructuras.

  3. Completamente de acuerdo, Itúrbide. Cabe pensar que algunas personas se agrupen (eso debe ser un partido) en torno a una serie de ideas, para defenderlas mejor.

    La desviación que señala es nociva para la esencia de la democracia: la nuestra no elige al gobierno sino al parlamento. El parlamentario ha de ser soberano, y no votar siguiendo criterios cerrados (impuestos coactivamente con apoyo del reglamento de la cámara) sino lo que en conciencia corresponde a la situación del país/comunidad.

    Esa responsabilidad ha de ser retomada urgentemente por nuestras cortes españolas, que han cedido la soberanía al gobierno. Esa aberración subvierte realmente el orden constitucional, pues desapodera al Parlamento y concede potestad omnímoda al ejecutivo (o mejor dicho, a la ejecutiva del partido de turno) que controla TODOS los poderes del estado.

    Con el ejercicio responsable de tal responsabilidad, romperíamos la dependencia de las minorías nacionalistas, tendríamos ocasión de alcanzar pactos nacionales, y someteríamos la acción del ejecutivo al control efectivo del Parlamento, que para eso les pagamos, no para la pantomima que ejecutan ahora los parlamentarios. Urge trasladar esto a la opinión pública, y crear si es necesario partidos que promuevan retomar el paradigma clásico Parlamentario, y la defensa de la división de poderes como mejor garantía de cumplir la voluntad de la mayoría.

  4. Sr. Spurgus le agradezco sus palabras. No obstante si me permite le haría un par de observaciones.

    No comparto con Vd. la tesis de que el parlamentario sea soberano. El parlamentario debe ser un siervo de sus mandantes, es decir los electores de su distrito (barrio, ciudad, etc) y, por tanto, si hace algo que no gusta en el distrito se le revoca el mandato. Si el parlamentario se hace soberano se produce un secuestro de las voluntades de los electores. Y si no son soberanos los parlamentarios tampoco el Parlamento y nos evitaremos ese fraude llamado Soberanía Nacional que es algo delicuescente que solo conocen los que la invocan.

    Tampoco estoy de acuerdo con la idea que entreveo (si estoy equivocado dígamelo) de que se ha producido una desviación del impoluto texto de la Constitución de la Transición. Nació como partitocrática y lo que ha hecho es degenerar al extremo lo que llevaba en su raíz.

    Por último le diré que soy contrario al parlamentarismo, que se basa en la soberanía del parlamento que acabo de refutar. Soy partidario de elegir de modo independiente a Gobierno y Parlamento, con funciones separadas y controles mutuos.

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