No tenemos en Navarra ni big-ben, ni taxis cuadradotes, ni autobuses rojos de dos pisos. Sin embargo hemos tenido hasta no hace mucho, redondeando un paisaje otoñal de villavesas verdes y campanadas forales a las 18:00, como los mismísimos londinenses de la City, un estereotipo de pamplonés extremadamente peculiar. Muchos de los cuarentones ptv sospecharán que estoy pensando en la silueta de ese pamplonés clásico que unía en su atuendo invernal boina y gabardina para crear un tipo urbano si no tan elegante al menos igual de digno que el inglés de bombín y paraguas. La nostalgia otoñal acentúa la añoranza por los tipos familiares. Alma popular de ciudadanos enamorados, como Arazuri, de cada piedra y cada cornisa. Biblioteca ambulante y dispersa de la pequeña historia de una ciudad pequeña, cuajada de silencios y eufemismos delicados. Paisaje cotidiano de la patria chica. La globalización de los vuelos baratos es lo que tiene. Y va mezclando lo típico con lo sorprendente de tal forma que si uno confiara eso que llamamos "identidad" tan solo en las apariencias tendría la tentación de pasarse al oscuro lado nacionalista. No me extrañaría ver ahora mismo a un gentleman si voy a la ventana. Y quién sabe si no estará Piccadilly, a estas horas, cuajada de boinas.
Jerónimo Erro