Carlos Cristóbal llevaba 27 años participando en el sistema como ideólogo progre a sueldo, aunque sólamente 24 con carné del PSOE. Y de pronto, como si hubiera visto la luz en forma de sms, decide abandonar a ZP y a toda la familia política porque su joven ahijada sahariana le pide que no se junte con los malos. O con los chapuceros, podríamos decir cuando menos, si no quisiéramos cargar mucho las tintas. Porque la forma con la que los gobiernos de España encaran desde hace décadas sus relaciones con Marruecos, y con el Sahara, y con Guinea, y con Cuba, y con Filipinas, y con todas las Españas de la diáspora parece de todo menos firme, constructiva, respetuosa y seria. O sea, chapucera.
Pero eso y otras muchas cosas ya las sabía Cristóbal, que aparece en este momento como víctima de un sistema antropófago que él mismo lleva toda la vida alimentando. Ahora se va por decencia. ¿Pero no tuvo razones para irse antes, durante o después de la época de Urralburu? El partido monstruoso que él ha contribuido a hinchar con su trabajo presume de correr delante de los grises y ahora, más que rojo, es gris. Gris ceniza y gris máquina. Con un gran letrero gris en la entrada que dice: «el que se mueva no sale en la foto». Así está montado el sistema Sr. Cristóbal. ¿No lo sabía? Tomar una decisión de esta clase, por coherencia, y abandonar con elegancia el Partido de los 100 años de honradez es un acto que le honra. Lamentablemente el haber tardado un cuarto de siglo en hacerlo dice poco a su favor.
Jerónimo Erro
Un comentario
Canastos, qué duro, Sr Director. Si es Ud. tan duro con el que se va, ¿qué pensará de los que se quedan?