Las tripas burocráticas y recaudadoras de este viejo reino están funcionando -de momento- como un reloj. Imparables, perfectas, rítmicas. Como las aspas eólicas del horizonte prepirenaico. Pero esa otra clase de energías más espontáneas, más libres, más humanas, más misioneras, más aventureras, y más voluntarias, de las que antaño pudimos presumir están escaseando cada vez más. Ultimamente han llamado la atención las ausencias en la política más puramente vocacional, la de los pequeños municipios, de forma que después de una segunda oportunidad aún quedan 16 ayuntamientos y 97 concejos navarros sin representantes. Estoy empezando a sospechar que pasaría lo mismo en el Parlamento si no se hubiera decidido dedicar en 2008 más de seis millones de euros a sueldos, dietas y asignaciones partidarias. Falta igualmente personal en las Organizaciones no-Gubernamentales. Hace unos pocos días que cien de ellas reunieron apenas a 300 personas en Pamplona. Y por faltar falta hasta sangre emprendedora: ya sólo el 20% de las ventas se realizan en el pequeño comercio tradicional. Y falta así mismo materia gris capaz de producir -por ejemplo- televisión en, sobre y para Navarra, si no es a base de más subvención (otros tres milloncejos para las tres emisoras navarras). En la base de esta pirámide tan escuchimizada tenemos un grave problema de baja natalidad, porque los matrimonios no se organizan, o no encuentran tiempo, o no tienen ilusión por reproducir la especie. Y claro, así es como aparecen más vacantes que setas. Este es el objetivo vital que nos están planteando: vivir subvencionados hasta los 80. Con este panorama… ¿A quién le puede extrañar que siga vacante el Instituto Navarro de Euskera?
Jerónimo Erro