El Riau-Riau cumple mal que bien, medio muerto o medio vivo, 100 años. Decimos medio vivo porque gracias a la Peña Mutilzarra y a las Asociaciones de Jubilados de Pamplona este surrealista acto festivo ha mantenido durante los últimos 15 años la intención de acompañar a la corporación municipal a las solemnes vísperas. Hay vísperas y hay compañía, lo que ya no hay es corporación desde que lo que era un momentico (o una traca de momenticos cada vez más larga) se nos fue de las manos y acabó casi en un linchamiento de las autoridades.
¿Tiene sentido mantener un acto cuando falta el protagonista principal del mismo? Esta pregunta podría ser legítima en otras circunstancias pero no es muy apropiada si nos referimos al Riau-Riau, un genial invento del carlistón Ignacio Baleztena, Premín de Iruña, en cuyo descargo diremos que no pretendió inventarlo. Entiendo que el funcionario racionalista de turno, acostumbrado a la lógica de examen tipo test, se desespere ante esta clase de absurdos. Y entiendo que él y sus compañeros duden si incluir o no esta expresión ancestral en el programa oficial de las fiestas. Pero es que los sanfermines son así, y debieran seguir siendo así si es que han de mantener alguna clase de originalidad que los distinga de otras fiestas populares. La gracia surrealista, este humor especial «del norte» que consiste en hacerse el loco, el efecto psicológicamente desengrasante que conlleva ser como niños al menos nueve días al año… todo esto y mucho más es lo que justificó en su día la explosión del Riau-Riau y lo que aconseja ahora perpetuar la estrafalaria prolongación de un acompañamiento sin acompañado.