Autobuses urbanos de Barcelona lucen estos días propaganda que reza como sigue: “PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE DEJA DE PREOCUPARTE Y DISFRUTA LA VIDA”. Varias son las sugerencias que me produce esta afirmación promovida por una asociación de ateos.
En primer lugar que la consigna se exprese en mayúsculas, como si tuvieran necesidad de gritárnoslo o de reafirma el contenido. En cualquiera de los casos, se contradice con el adverbio inicial “PROBABLEMENTE”, ¿tan seguros están de la inexistencia de Dios que sólo lo aceptan como probabilidad?
La segunda idea procede de la preocupación que suponen estos señores debemos tener. Si soy creyente, ¿por qué piensan que debo estar preocupado? Si soy ateo ¿por qué va a preocuparme algo o alguien que no existe?, ¿no somos ya adultos para seguir creyendo en el hombre del saco?
La tercera guinda que nos prestan estos propagadores del ateismo militante es la de dar por sentado que sólo se puede disfrutar de la vida tras pasar por la experiencia catártica de negar la existencia de Dios; es decir, los creyentes son gente rara, esclava de sus creencias y de un Dios castigador que buscan amargarse la vida.
¿No les resulta chocante que alguien empeñe su tiempo, esfuerzo y hacienda en intentar vender un producto que combate otro que no existe? Supongo que esto es lo que hacían en tiempos los charlatanes de feria cuando prometían el elixir de la eterna juventud. Se me empiezan a asemejar también al vendedor de hipotecas “subprime” y fondos de inversión de alta rentabilidad con beneficio anticipado.
¡Dios mío, lo que hay que ver!