Se está convirtiendo en otra de las grandes lacras sociales, el maltrato generalizado a todos aquel ser humano que cuanto más débil se muestre, más termina por ser sujeto de maltrato. Las mujeres, que por aquellos que aun mantienen la calificación de “sexo débil” son sujetos de vejaciones, ataques y humillaciones, sin percatarse que hacen reflejo de una malversación social, que considera a la mujer como objeto de servicio al macho (que no hombre). Los niños, son tratados por muchos como sujetos que por su condición de debilidad, puede establecerse sobre ellos una posición de dominio que los coloca en situación de victimas de todo tipo de explotaciones, perseguidas, gracias a Dios, por la legislación con una inquietud muy comprometida, lástima que esa protección no se extienda al nasciturus, que al no ser considerado como persona por todos no merece la protección de la sociedad, y se convierte en derecho de su madre para decidir si vive o no. Pero de quien no parece acordarse nadie, es de los abuelos que sufren las humillaciones, los golpes y las vejaciones de aquellos que más de cercanos a ellos han estado, sus hijos, sus familiares y sus cuidadores. Y claro ellos, siempre se consuelan con frases como, “que no quiero molestar”. Los abusos a los abuelos, los malos tratos son de carácter síquico, físico y económico. Desde dejar siempre, arrinconado al abuelo, hacerle sentir que estorba, que sobra, que molesta; hasta tratarlo a empujones, golpes, insultos y llegar incluso a lesionarlos, (nos quedaríamos literalmente de piedra si se llegase a denunciar un mínimo de los malos tratos) cientos de ancianos mueren de pena, además de por culpa de los golpes que reciben de sus hijos, de sus hermanos, y cuidadores. Al margen, encima de maltratar a los abuelos, esos maltratadores se lucran, con una figura delictiva que simula la apropiación indebida, o el robo, puro y duro, a la hora de ir quedándose con sus pensiones, por minúsculas que sean, y si se trata de grandes patrimonios, pues más motivo para que algunos de estos maltratadores ejerzan mayores vejaciones con la sutileza necesaria, como para no perder el beneficio. Solo a título de ejemplo, o de contacto con la realidad, vale con dar un paseo por un geriátrico, y ver con se encuentran atados, sujetos a camas y sillas (si para no caerse, para que no se escapen), nada menos que el 60% de los enfermos de alzheimer son atados.