Estoy cansado de aquellos partidos que critican actuaciones del Gobierno pero que, cuando tienen la oportunidad de demostrar su descontento desde el poder que les otorgan las instituciones, se echan para atrás. No sólo no mueven un dedo para que se modifiquen esas decisiones que consideran tan desacertadas sino que, además, contribuyen a que se hagan efectivas.
Un ejemplo: el concejal de UPN de Cultura y Educación, Fermín Alonso, afirma sin pudor su rechazo por la “elevada” e “injusta” tasa del IVA cultural. Sin embargo, su partido no tuvo ningún problema en respaldar esa decisión desde su asiento en la Cámara cuando se le dio la oportunidad de pronunciarse al respecto. Hagamos memoria: Cuando el 19 de julio de 2012 se debaten y votan en el Congreso las medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad, entre las que se contemplaba la subida del IVA cultural a un 21%, adivinen que hizo UPN: abstenerse. Curioso; si tan “injusta” le parecía esta medida, ¿por qué no votó en contra?
Pero su incoherencia va más allá. Cuando el 20 de marzo del año pasado CIU presentó una moción para la rebaja del IVA cultural, UPN, el mismo partido que ahora lo denuncia, no solo no rectificó y se posicionó a favor, sino que votó en contra de la rebaja, uniendo su voto al del PP y UPyD.
Entonces, ¿por qué ahora lo critica? No se entiende. Algo chirría. Lo único que podemos deducir, a tenor de los hechos, es que UPN no tiene escrúpulos en pregonar algo de cara a la galería y después, a la hora de la verdad, hacer todo lo contrario. Quizás porque, ahora que se acercan las elecciones, queda bien posicionarse en contra del IVA cultural y por ende, en contra del Gobierno. Pero hay un problema: cuando uno no es consecuente entre lo que dice y lo que hace, corre el riesgo de que le pillen en un renuncio y, como consecuencia, de perder la confianza de la gente.