Que los poderes del estado se enfrenten en incruentas luchas, no debería de preocupar al pueblo llano, si no mas bien al contrario, debería ser de causa de alegría para los supuestos beneficiarios de las libertades -la ciudadanía de un estado democrático y de derecho- y una demostración palpable de la independencia de los poderes,a la que se alaba y potencia nuestra constitución.
Que un destacado miembro de este poder político califique a su Señoría como “Acrata y Pijo” no deja de ser otra demostración mas de la decadencia imperiosa de esta casta.
Que un juez, miembro emérito del poder judicial, catalogue al sistema político imperante -primer poder- como en manos de una decadente clase política, se debe de entender, por un ingenuo pueblo -manipularle y utilizable-, como un ejercicio de libertad y una apreciación justa, patente y demostrable, en su propia apreciación y la de sus contemporáneos -a tenor de los últimos y actuales acontecimientos, de gravedad suma, en nuestra civilización occidental, crisis financiera.
Al margen de las apreciaciones jurídicas -doctores tiene la iglesia- el ultimo comentario de la sentencia del su Señoría, el Juez Pedraz, no hace si no dar pista a una verdad manifiesta entre el pueblo llano y corrobora, así, el previsible hundimiento de esta clase social tan denostada.