Juan Antonio Jiménez tiene 50 años. Es natural de Solera, Jaén. Con 10 años emigró con sus padres a Navarra. Está casado, tiene dos hijos y vive en Berriozar. Se inició en política militando en un partido trostkista. En 1981 pasó a Herri Batasuna, eran los años de plomo. Sólo en 1980, el año anterior a cuando Txentxo decidió entrar en Batasuna, ETA había matado a 99 personas. Fue edil de Herri Batasuna durante 13 años hasta 1995. Actualmente es coordinador de Aralar en Navarra.
49 de 50.
Poniendo en evidencia de nuevo la anormalidad de las vacaciones de Txentxo, la votación de ayer congregó a 49 de los 50 diputados del Parlamento. Sólo la butaca de Txentxo estaba vacía. Nadie más estaba de vacaciones.
Maiorga en el Parlamento.
Maiorga Ramírez reconoció en su alocución ante el pleno, “por honestidad”, que lo que había sucedido era “un error” por el cual “tenemos que pedir disculpas. Lo pidió Aralar y hoy lo pedimos desde Nafarroa Bai”. Sin embargo, a continuación cargó contra el resto de fuerzas políticas al reprocharles que “en cualquier caso, en ningún momento pensamos que este error no podría haber sido superado por la cortesía parlamentaria”.
Error y descortesía.
Lo cierto es que difícilmente pueden considerarse un “error” las vacaciones de Txentxo en el Himalaya. Un error, por ejemplo, hubiera sido que Txentxo se hubiera quedado sin vacaciones pensando que tenía que trabajar. O que hubiera pedido un billete de avión para Pamplona y se lo hubieran dado para Katmandú. Pero si Txentxo se ha ido voluntariamente de vacaciones, y Katmandú era el sitio donde quería ir, entonces no hay error ninguno. Será otra cosa, pero no es un error. Más fuera de lugar aún resulta llamar descorteses a los 49 diputados forales que estaban trabajando en su puesto. El descortés, en todo caso, será el que se ausenta por capricho plantando a sus propios votantes. Sólo falta que encima exija que se le espere.
A propósito de la cortesía parlamentaria y la seriedad de la institución, conviene quizá subrayar la coherencia del propio Txentxo, declarando hace unos meses que el Parlamento Foral “me parece un Parlamento excesivamente devaluado y que en Navarra nunca se ha tomado en serio. Y ya en otros términos, me parece aburrido, con excesivas buenas formas y carencia de mala leche. Eso es un error.”
¿Nafarroa Bai no lo sabía?
Un elemento desconcertante en todo este asunto es que nadie en Nafarroa Bai conociera los planes de Txentxo. Parece poco probable que el diputado nacionalista mantuviera en secreto sus planes de viajar al Himalaya. Por tanto, cabe pensar que o la coalición entera es copartícipe del error o –pensando sibilinamente- que estamos ante otro supuesto.
De hecho, en el entorno de Nafarroa Bai ya se está pidiendo la cabeza de Txentxo como medida más evidente para salvar esta nueva crisis ante su propio electorado. No cabe duda del nivel de disfrute que la peripecia de Txentxo está provocando fuera del nacionalismo. Pero quien más está disfrutando en estos momentos, con toda seguridad, es nacionalista.
La razón principal por la que Txentxo puede salvar la cabeza es la reflexión que se hacen algunos miembros de Nabai, en el sentido de que sería proporcionar una victoria a la derecha. La teoría tiene un par de puntos flacos. El primero es que con ese razonamiento nadie tendría que dimitir nunca pasara lo que pasara, porque siempre sería una victoria para el contrario. Lo segundo es que, en realidad, fuera de Nabai todos queremos pasárnoslo bien y que Txentxo siga.
Lo intentarán de nuevo en septiembre.
En el mes de septiembre, cuando dé comienzo el nuevo período de sesiones, habrá una nueva oprtunidad para aprobar la reforma ahora abortada. El mundo nacionalista se consuela del presente varapalo pensando en la segura reforma de la ley en septiembre. Una seguridad que, a fecha de hoy, resulta un tanto aventurada. ¿Quién sabe dónde puede estar Txentxo de vacaciones en septiembre?