Nos quieren como hijos del Estado, como bien sabíamos

La semana pasada, el gobierno autonómico de Murcia, gobernado por una coalición entre el PP y C’s, anunció su compromiso de implementar el llamado “PIN parental”. Este condicionante de VOX a la aprobación del proyecto presupuestario del presente ejercicio económico-financiero, en principio, se entiende como un “avance” en materia de libertad educativa.

El mecanismo en cuestión permitiría a los padres de los alumnos murcianos indicar al centro educativo donde estos cursen estudios el tipo de charlas (considérense como contenidos) que, por su temática, no consideran como algo a lo que deban de autorizar su asistencia. Esto podría afectar a aquellos proyectos relacionados con la totalitaria ideología de género.

Por esto último, que se podría considerar como un ejercicio de esa objeción de conciencia que forma parte del rol de autoridad que, por naturaleza, le corresponde a los padres, se ha desatado un considerable revuelo entre las hordas progres y revolucionarias. Ha habido bastante discusión mediática, yendo yo a realizar mi correspondiente contribución comentarista a continuación.

Tras un Consejo de Ministros, se confirma que la familia es un escollo para los totalitarios

El pasado viernes, tras el segundo Consejo de Ministros de la coalición frentepopulista, la Ministra de Hacienda y portavoz del gobierno, la socialista María Jesús Montero, anunció una orden del poder ejecutivo central al gobierno autonómico de Murcia para que procedieran al retiro del llamado PIN parental.

Posteriormente, la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celáa, recalcó este escepticismo afirmando no solo que ese mecanismo suponía una “censura educativa” así como algo que “vulneraba” el “derecho” de los niños a ser educados, sino que es totalmente impensable que los hijos pertenezcan a los padres.

Esta última afirmación fue la más escandalosa, aunque las reacciones negativas fueran algo variopintas. Unos creían bien que se trataba de un sinsentido de burócratas incompetentes y problemáticos mientras que otros pensaban que se trataba de una de las meras amenazas del nuevo gobierno frentepopulista. Empero, hay quienes somos conscientes de que esto no es ninguna sorpresa.

No se trata de nuevos objetivos, sino de mero avance revolucionario

La pretensión de despojar a los padres de sus roles de autoridad y responsabilidad sobre sus descendientes es algo que hemos de atribuir al PSOE. No obstante, eso no significa que sea algo único y exclusivo de estos. Más bien se trata de un proceso al que, simplemente, no todos contribuyen a la misma velocidad (o con la misma intensidad).

Estamos viviendo bajo el hostigamiento de la cuarta fase de la Revolución (proceso que, con el antecedente del igualitarismo protestante y luterano, manifestó su principal eclosión tras la Toma de la Bastilla, en el año 1789, la cual permite considerar Francia como la madre de males como el socialismo, el laicismo, la masonería y el laicismo).

Se procura la consolidación de un Estado que sea lo más omnipotente y totalitario posible, lo cual es un proceso totalmente contra natura, que requiere sortear y eliminar una serie de obstáculos, no necesariamente por la vía del fusil o la horca. La modalidad de ingeniería social del socialismo es totalmente “imprescindible” para algunos.

Tenemos en cuenta que se quiere reemplazar a Dios por una deidad artificial y material llamada Estado, a la que podamos atribuir determinadas providencias. Ahora bien, mientras que la creencia divina implica cierta trascendencia mientras que se nos creó en torno al libre albedrío a la vez que iguales en dignidad, el estatismo procura el materialismo, la coacción y la dependencia absoluta.

La configuración del expansivo y problemático Estado requiere de seres absolutamente dependientes del mismo. Para ello, se consideran determinadas vías, algunas económicas; en cualquier caso, conceptos muy diversos tales como el subsidio, la subvención en general, la licencia y alguna que otra innecesaria autorización o regulación normativa, burocrática o administrativa.

Asimismo, se necesita anular cualquier clase de descentralización, algo que no solo limita el ámbito de actuación-expansión del mandatario, sino que va en consonancia con el principio de subsidiariedad bien entendido (contemplado, por cierto, en la Doctrina Social de la Iglesia, y redefinido, en su momento, en la encíclica Centesimus Annus, por San Juan Pablo II).

Por ello, se necesita destruir la unidad máxima y última de resistencia frente al expansivo poder totalitario: la institución de la familia, en conformidad con la antropología cristiana. Por algo, no solo hay que mantener bajo control los contenidos curriculares y aplicar la correspondiente censura, sino aplicar determinados procedimientos de ingeniería social.

La ideología de género es clave tanto a la hora de anular los vínculos familiares y paternales que corresponden, de acuerdo con determinados patrones, como en lo concerniente al objetivo de destruir la familia en sí, considerando para ello la promoción del hedonismo, el cortoplacismo en general y la “necesidad de confianza en el Estado”.

El llamado Bienestar del Estado ha sido una pieza clave, a considerar como enemiga de las familias. A su vez, conviene reiterarse en que la sociedad se ve cada vez más estrangulada por el avance estatal (se ha procurado la anulación de todos los cuerpos intermedios, habiendo sido clave para ello los servicios “públicos”). Vemos incluso cómo los servicios sociales actúan muchas veces como secuestradores legales.

Finalmente, una vez dicho lo anterior, conviene recordar que hablamos de un proceso al que han contribuido unos y otros, por acción u omisión, en distinta intensidad. Esto es parte de la Revolución, del avance del estatismo. Y, por cierto, conviene solucionarlo “sin medias tintas”, abriendo los ojos al máximo, yendo a la raíz del problema. Contrarrevolución y tal… ya saben…

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