La despedida de las vacaciones de Navidad, en este presente año 2021, ha sido algo peculiar en determinados puntos de la geografía española. No ha sido necesariamente a raíz del “virus chino” (el COVID-19 o SARS-CoV-2), ya que, de hecho, la actualidad reciente ha menguado un poco.
Sin tener aún tiempo suficiente para entretenerse con los regalos de los Reyes Magos de Oriente, una de tantas borrascas empezó a irrumpir en la Península Ibérica. Pero en esta ocasión no hemos sido testigos, como en otras ocasiones, de un mero vendaval acompañado de lluvias y de alguna tormenta o dichosa inundación.
Puntos geográficos como Madrid (no solo la Sierra de Guadarrama) han sido escenario de una de las mayores nevadas de la última mitad de siglo, con varios metros de altura a nivel del suelo, hasta el punto de llegar a paralizar parte de la actividad económica y de los transportes tanto por tierra como por aire.
De hecho, esta borrasca, a la que se ha denominado Filomena (sobre esto se quejaba antes de ayer una tuitera feminista y socialista a la que se respondió indicándole que no debía preocuparse, ya que se propone a la AEMET que el próximo fenómeno de inclemencias se llame Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, o Begoño… ¡quién sabe!), va acompañada de una ola de frío.
Hay puntos de España en los que, en esta semana, se puede llegar a los diez grados centígrados (ºC) bajo cero, lo cual complicará que la normalidad se restablezca antes de lo previsto en los adoquines y asfaltos (aunque haya operarios que se estén encargando de “poner en orden” esos espacios públicos).
Por ello, parece ser que la histeria colectiva mediática en torno al “virus chino” se ha aminorado bastante, dado que ha sido complicado encontrar el monotema en las portadas de los distintos diarios de prensa, tanto digital como escrita (eso sí, ha habido actualizaciones estadísticas y más suministros de vacunación).
De todos modos, la cuestión central es que, por el momento, los agentes implicados en la estrategia de agit-prop ecologista (en base al llamado “cambio climático”) han sufrido un revés en sus predicciones “apocalípticas”, con todo lo que les puede suponer (aunque nadie esté diciendo que hayan tirado la toalla).
El sensacionalismo de Greta no está en sus mejores momentos
Hace trece meses, con motivo de una enésima cumbre ecologista de la llamada Organización de las Naciones Unidas albergada en Madrid, se dio “majestuosa recepción” a la famosa niña sueca (hoy ya mayor de edad) llamada Greta Thunberg. Sí, la que, según nos hacían creer, surcó los mares del Atlántico sola, en un catamarán.
Cualquiera que trate de no dejarse engañar puede entender fácilmente que era la figura perfecta (respaldada por élites políticas y financieras con un corte ideológico muy marcado) para fomentar el discurso del ecologismo, alentando a mitos bien conocidos, mediante la estrategia del sensacionalismo (hablamos de una “niña”).
Les venía muy bien para escenificar reprimendas a la clase político o llantinas que sugerirían una honda preocupación por el susodicho calentamiento global (no siendo real lo que ellos narran, sino que a lo largo de la historia del Planeta Tierra ha habido varias eras climáticas cambiantes).
No obstante, si bien quien escribe no es meteorólogo ni climatólogo, puede entender, suficientemente, pese a que la variación de temperaturas haya sido algo extrema, que no hubieran sido los chilenos sino los bercianos o pirenaicos quienes recibiesen el Año Nuevo del Señor con bañador, camisetas de manga corta y chanclas de goma.
La contra-propaganda seguirá siendo necesaria, con y sin Greta
Puede que, de momento, sea muy difícil que una niña dispuesta a volver a las andadas pueda atribuir los orígenes del “virus chino” al “cambio climático” (salvo que pretenda rizar al rizo demasiado, cuando en realidad, simplemente, “remeda” lo que otros le dictan, que no son solo sus padres, que están en las mismas con su hermana).
Únicamente podrá mantener en la ecuación al capitalismo o economía de mercado. De todos modos, cualquier cosa es de esperar. De hecho, insisto en que el fin no es hacer caso a lo que la niña diga, sino aprovecharse de ella a fin de vacilitar el avance de la evidente agenda política revolucionaria.
En sí, el medio ambiente y el clima son lo de menos (de hecho, recientemente, en un tuit, al community manager de la ONU se le escapó reconocer que la idea no era sino “cambiar las mentes”). Simplemente hablamos de pretextos que no escapan al ámbito de la ingeniería social.
No olviden que, por equis o zeta razón, invocarán, manipulando, censurando e intimidando, al caos y a la mayor histeria colectiva posible. Porque lo que importa, para ellos, es que la población sea lo menos reticente posible a vulneraciones de la libre circulación y a enésimos avances del asfixiante y totalitario socialismo.
Una vez dicho esto, hay que dar por sentado que, por el momento, la borrasca Filomena le ha quitado la razón a los alarmistas apocalípticos del “cambio climático”. Pero no, no se den por vencidos, porque el socialismo, en muchas modalidades, no deja de ser una grave amenaza para nuestra vida, propiedad y libertad.