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Tu resurrección, Señor, es el origen del universo. Todo ha sido creado para que ella sucediera. Los millones de galaxias, de estrellas, de soles y planetas, la larga evolución de la vida, la creación del hombre inteligente, todo ha sido planificado para que tú resucitaras. Gracias, Señor, porque en ese plan también fui nominado yo. Todo ha sido en ti, por ti y para ti. Fuera de ti nada ha sido hecho de cuanto se hizo y se hace. Qué maravilla poder entender este misterio desde la fe. Este secreto escondido a través de los siglos sólo puede ser revelado por tu Espíritu en la fe. Ni los ángeles ni el demonio pudieron sospecharlo ni cabe tampoco en conocimiento humano ni de ciencia alguna. Sólo por gracia puede entenderse y disfrutarse.
Gracias, Señor, por tu santa resurrección. El pecado ha sido destruido y la muerte vencida. Se abre ante nosotros el panorama fascinante de la nueva creación. Tú la inauguras, tú eres su primer habitante. Gracias porque en ella culminan todos nuestros anhelos. El mundo del pecado entristece porque ya no es el dueño, ha perdido su peso y atractivo, podemos seguir soñando en una vida nueva. Las puertas del infierno se cierran de temor, sobre el mundo se cierne otro señorío. Tú vives y eres el Señor. Todo el poder ha pasado a tus manos. Lo proclamamos, Señor, te bendecimos, te glorificamos y te damos gracias infinitas.