Parece ser que Ursula von der Leyen ha vuelto a ganar las elecciones. Esas elecciones en las que, sin embargo, doña Ursula no aparecía como candidata en ninguna papeleta de ningún partido en ningún país. Esto es la “democracia” europea que a veces tanto nos fascina y nos parece tan ejemplar. Para mantenerse en el poder von del Leyen anuncia una gran coalición entre socialistas y populares. Este era el riesgo que nos temíamos con el voto al grupo popular. Al final todos los que llevan el pin de la Agenda 2030 en la solapa se presentan bajo varias siglas pero con el mismo programa. Y al final todos los que llevan el pin en la solapa se unen para gobernar e imponer la misma agenda. En gran medida, si todos tienen el mismo programa, el pluralismo y la democracia son una ficción.
Dicho lo anterior, los davosianos han obtenido una victoria previsible, pero más sufrida que nunca, y cada victoria es más sufrida que la anterior. Cada vez es mayor la contestación. Cada vez existe un mayor concienciamiento de la población respecto a todos los disparates que a través de la Agenda 2030 nos quieren imponer: el veganismo, el animalismo, la ideología de género, la restauración de la naturaleza, el racionamiento energético, la cultura de la muerte, la destrucción de l familia, el degrowth, la colectivización, el descontrol migratorio, y por supuesto la censura, el adoctrinamiento y la represión para que cuando nos dejen sin nada rebosemos su lobotomizada felicidad.
La ventaja de que los populares y socialistas tengan que pactar para sostener a von der Leyen o un títere similar es que al menos se les cae la careta. Cae la ficción de que populares y socialistas son votos alternativos u opuestos. La alternativa real quedará mejor visualizada si se aprecia que populares y socialistas forman un gobierno común. Por otro lado, cuando los populares se juntan para gobernar con los socialistas no suele pasar que programáticamente surge una mezcla, sino que se impone el recetario socialista. Por eso la gente empieza a buscar y exigir una alternativa. Y por eso las fuerzas que representan al politburó davosiano tratan de tildar a esa alternativa como nazi. Hay que descalificar como sea a quien pretenda disputar el poder a los davosianos. Lo que pasa es que llamar nazis a todos los que no piensan como ellos todavía funciona, pero cada día funciona menos.
Las elecciones de ayer no son una derrota de la Agenda 2030. Hubiera sido muy optimista haber esperado ayer una derrota de la Agenda 2030. Antes de una derrota electoral de la Agenda 2030 hace falta un previo cuestionamiento de la Agenda 2030 y todavía estamos en esa etapa. Pero no es poco estar ya en esa etapa. Hasta hace escasas fechas, como decía Margallo, no se podía discutir siquiera que la Agenda 2030 fuera la Biblia. Ahora ya lo estamos discutiendo. Cada vez más gente se va a ir dando cuenta de que muchas de las cosas malas que le pasan y del empobrecimiento progresivo que soporta se derivan directamente de la aplicación de la Agenda 2030. Si además colocan al frente del agendismo a una figura tan quemada como von der Leyen más fácil será pasar de la etapa de cuestionamiento de la Agenda a la etapa de su derrota definitiva.
