El Índice Autonómico de Competitividad Fiscal (IACF), que todos los años elaboran la Fundación para el Avance de la Libertad (Madrid) y Tax Foundation (Washington), permite a los gobernantes, empresarios y contribuyentes de una comunidad evaluar, medir y comparar su sistema fiscal con el de las demás. Navarra vuelve a salir malparada un año más. Que la Comunidad Foral es un infierno fiscal no es un relato sino una realidad. Somos un infierno fiscal comparados con el resto de comunidades autónomas y no digamos comparados con la propia Navarra en el pasado. Somos la única comunidad que teniendo un régimen foral lo usa para tener más impuestos que las demás. En el Indice obtenemos el puesto 14 de 19. La primera comunidad del ranking es por supuesto Madrid. Hay 19 puestos porque la CAV, al tener 3 diputaciones, ocupa 3 puestos. Eso sí, el segundo, tercero y cuarto. Los nacionalistas vascos gobiernan con un criterio para la CAV y con otro para Navarra. En una de las dos comunidades aplican una política fiscal que saben que no funciona, adivinen en cuál.

Sería simplista pensar que la fiscalidad es el único criterio para atraer empresas e inversiones. En absoluto. También inciden factores como la seguridad jurídica, las comunicaciones o el corte de pelo de la presidenta de la comunidad. O sea, que para nuestro progreso dependemos totalmente del peluquero de Chivite.

Puesto que somos la comunidad más progresista del planeta en la historia del mundo, podría pensarse que la fiscalidad navarra es dura con los ricos, pero suave con los navarros humildes o del montón. A fin de cuentas la teoría es que los ricos paguen más para que paguen menos los pobres. Lo que pasa es que una cosa es la teoría y otra la realidad. En la Navarra real los ricos tienen los impuestos más altos de España y los navarros de clase baja y media también. En el impuesto sobre la renta, para calcular el indicador de las rentas medias se ha calculado el promedio del IPRF a pagar para un sueldo bruto de 24.400 euros y otro de 45.000 euros para las rentas medias altas. Da igual el tramo: ricos o pobres los navarros siempre pagamos más.

Navarra, según señala el informe, es la comunidad que ha sufrido el mayor retroceso de competitividad fiscal en los últimos tiempos, perdiendo siete posiciones en el ranking hasta quedar decimocuarta en 2025. En 2023, Navarra elevó el límite exento por los rendimientos brutos del trabajo de 12.600 a 14.500 euros. Sin embargo, al no haber subido la bonificación del rendimiento del trabajo hasta el mismo nivel, las rentas bajas, pero por encima de 14.500 euros, siguen pagando más que en las demás comunidades de régimen común.

Hay un problema con la fiscalidad y la falta de competitividad de los territorios para atraer talento e inversiones, y es que se trata de un deterioro cuyos efectos, salvo escenarios excepcionales, no se perciben a corto plazo. La temperatura del infierno fiscal normalmente se activa con una rueda y no con un botón. De este modo, a menudo es difícil advertir del peligro a la población. Es decir, se va generando un marco cuyos efectos negativos no se aprecian de forma inmediata, por lo que el gobernante de turno puede hasta cierto punto despreciar los avisos, e incluso presumir de que las cosas van bien a pesar de los mismos. Ahora mismo ya casi nadie diría que las cosas van bien o que Navarra va como un tiro, sino como mucho que estamos en una situación de estancamiento. Constantemente son noticia las empresas que cierran o se van y no las que llegan. O Navarra reacciona sin esperar a que llegue la debacle, o cuando nos convirtamos en un páramo el esfuerzo de reconstrucción tendrá que ser titánico, porque igual que la situación se deteriora poco a poco la reconstrucción tampoco puede ser inmediata. No lleguemos al fondo del pozo para tener que descubrir los años o las décadas que después se tarda en salir del pozo.
Informe íntegro:
https://fundalib.org/wp-content/uploads/2023/11/AF_IACF_2025_WEB.pdf