Dolorosa tragedia electoral para la izquierda en Extremadura

El presente artículo no procura responder a un exhaustivo análisis de datos sobre los votos escrutados de las elecciones autonómicas celebradas este domingo 21 de diciembre en Extremadura. Más bien, se pretende exponer una interpretación personal a la vista de los datos que se han venido conociendo, cruzados no solo con ciertas declaraciones y trazas de actualidad, sino en lo que personalmente conozco.

Extremadura, debe de ser conocida como la Tierra de Conquistadores (en referencia a Pizarro, Cortés, Valdivia y Cieza de León, aparte de Inés de Suárez) y por ser una de las mayores reservas naturales de España (en cuanto a superficie verde) y fuentes de riqueza cultural, gastronómica, ganadera y agraria. Pero también por convertirse en una consecuencia que con suerte parece quererse revertir con el tiempo, con más interés que en lustros previos.

Como consecuencia del masivo clientelismo y de un hiperintervencionismo traducido en excesos de subsidios y gravámenes fiscales, se podía hablar de una de las regiones más pobres de Europa, aparte de tener elevadas tasas de desempleo tanto general como juvenil (territorios que otrora estuvieron bajo el telón de acero comenzaron a mejorar sus cifras, siendo ese el caso de Estonia y de algunas divisiones de menor orden de Polonia, Hungría y República Checa).

En esta región, uno solo tiene oportunidades si oposita para algún servicio prestado por la Junta de Extremadura o tiene suerte con algún carné de partido (una alternativa puede ser la ingente cantidad de planes de «empleo activo» que hay en muchos municipios, a fin de tener a votantes cautivos, para el mantenimiento de las calles o el cuidado de personas en situación de dependencia).

Todo ello, posibilitado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que ha gobernado en la administración autonómica durante décadas, con figuras como Rodríguez Ibarra y Fernández Vara. A eso no solo habría que sumarle los refuerzos en las diputaciones y los ayuntamientos, sino el respeto hacia su legado ruinoso que han tenido dirigentes peperos como José Antonio Monago y María Guardiola.

Ahora bien, como siempre se dice, «torres más altas han caído». No se trata únicamente de afirmar que el PSOE ha perdido las posibilidades de conseguir una mayoría absoluta que le permita recuperar la Junta de Extremadura o de que hayan perdido unos pocos de votos. Lo que se ha dado esta noche en una de las áreas españolas con mayor mentalidad socialista y voto cautivo y subsidiario es toda una debacle histórica, como las que se divisan en Hispanoamérica.

El PSOE, bajo el liderazgo de Miguel Ángel Gallardo (ex alcalde de Villanueva de la Serena y empleador del hermano de Pedro Sánchez en la Oficina de Artes Escénicas que era la Oficina de Artes Escénicas), se ha quedado con menos de veinte escaños, lo cual denota un notorio alejamiento de los resultados habituales. Es más, estarían a tan solo siete escaños de uno de los grandes ganadores de la noche, que no es el que ha sido el principal partido más votado (tampoco su socio más a la izquierda).

Aunque nadie haya considerado dimitir de inmediato esta noche, es evidente que es todo un fracaso en un histórico feudo socialista. Recuérdese además que Gallardo ha fracasado en su ciudad y que el partido ha perdido una significativa cantidad de votos más allá de las ciudades (la derecha extremeña tenía tradicionalmente un electorado más urbanita que rural), en localidades como Quintana de la Serena (un ejemplo paradigmático y bien conocido, donde hay un electorado socialista bastante activo y fiel).

Incluso podría decirse que su macroproyecto de anexionismo municipalista habría fracasado. En Don Benito, municipio vecino, la derecha ha ganado en bloque, lo cual corrobora que no hay preocupación por el hecho de haber frenado, con el cambio de gobierno municipal, una fraudulenta fusión que pretendía aumentar las cotas de poder del PSOE en las Vegas Altas y La Serena, aparte de cargar mayores costes de deuda municipal a los dombenitenses.

Ciertamente, hay cierta desgana e impotencia motivada por la situación nacional. Los escándalos de corrupción que acorralan a la mafia socialista, salpicando a todo el círculo cercano del sanchismo, son bastante pronunciados. Pero a ello hay que sumar el estancamiento económico y el progresivo afán de usurpar las distintas instituciones para convertirlas en aparatos al servicio del partido y del «líder» (entre ellos, el poder judicial y los cuerpos policiales).

Ergo, el dictador posmoderno Pedro Sánchez deberá de tomar nota del mensaje que le trasladan desde un histórico feudo socialista. De hecho, en esta ocasión, es evidente que todo va más allá de la posibilidad de que «otro político le quite la silla». Hay algo que, más allá de la pérdida del poder, tiene desconcertados a todos los partidos de izquierda así como a sus ejércitos mediáticos, sus entramados subvencionados y las burbujas academicistas al servicio del racionalismo en su más expresa degeneración.

El fenómeno en auge pone en evidencia los distintos postulados culturales, sociales y económicos de la izquierda (más allá de acciones de personas concretas o de ciertas medidas coyunturales). Uno se refiere a todos esos fenómenos subversivos con los que la progrez quiere destruir la sociedad orgánica y el Occidente judeocristiano tal y como lo concebimos para reforzar sus proyectos totalitarios y estatalistas.

Existe un gran temor porque la mal llamada «ultraderecha fascista» no deja de subir en las encuestas y en las distintas convocatorias electorales (sumándose ya a la ola de otros países de Europa y al hastío de cansancio socialista que se empieza a divisar en Estados Unidos y en una Hispanoamérica que generalmente ha sido muy damnificada por el socialismo, el cual tiene aún a más fieles que en países de Europa Central-Oriental como Ucrania, Hungría, Estonia y Polonia).

Todo esto es un cambio de paradigma, que también se evidencia ante otro logro inédito pese al adoctrinamiento de los medios, las producciones audiovisuales, la pérdida de fe (pese al modernismo al que se abre el clero, entregado al socialismo en los niveles jerárquicos) las escuelas públicas y las universidades (en su mayoría, públicas, pues en las privadas españolas hay ciertos núcleos de resistencia y reacción en los idearios y los principios de buena parte de sus comunidades educativas). Me refiero a la derechización de la juventud, que cada vez tiene menos miedos (al margen de que haya un pequeño resurgir de fe).

Cada vez hay más gente que está cansada de una corrección política que está ocasionando la muerte de nuestras sociedades, lo cual no solo trasciende en pérdidas de identidad, sino en aumentos de los problemas de inseguridad física, individual y colectiva (contra la integridad sexual, contra la libertad religiosa, contra la propiedad privada y contra la mera convivencia en el espacio público). Además, esto se da dentro de «un efecto llamada» que simplemente pagan los que viven aquí y no necesariamente son los más ricos.

El Bienestar del Estado es un entramado megacostoso que repercute en ingeniería social y en colapso monopólico, como se observa en los servicios de transporte, en la educación y en la sanidad. De igual modo, cada vez más gente observa las incongruencias de las teorías feministas y homosexualistas, que no responden a los problemas cotidianos de estas personas, que son comunes a los del resto de los terrenalmente mortales. Todo son estrategias para tener rehenes instrumentalizados de causa colectivista.

De igual modo, cada vez es más fácil se cuestione los «mitos apocalípticos» que solo devienen en ensayos sociales o en intentos de planificación centralizada. Por ejemplo, la coerción circulatoria contra aquellos que no pueden permitirse vehículos eléctricos o los intentos que, sumados a la agresiva fiscalidad, pretenden arruinar a los agricultores y ganaderos (inclúyase también el deseo de privarnos del consumo de carne en condiciones).

Y sí, aunque no lo parezca, solamente ha respondido esa extrema derecha a ciertos problemas de bienestar de los que otros dicen preocuparse mientras que agravan el problema. Única y exclusivamente ha sido VOX el partido político español que ha analizado y señalado las verdaderas causas del problema de la vivienda, de origen político y traducidas en ausencia de exenciones fiscales (lo cual encarece los precios finales de los inmuebles y de las mensualidades del alquiler) y gigantescas restricciones a la construcción de nuevas viviendas (aparte de la inseguridad jurídica frente a los okupas).

Con lo cual, el cambio de paradigma también se manifiesta en la dehesa extremeña. Puede que por el momento sea más acuciante aquí el problema agrícola o el del transporte que el de la inmigración o el de la vivienda (en comparación con Cataluña o Madrid) pero, de una u otra forma, la decadencia y la problemática de las agendas socialistas se van manifestando allá donde se permite su desarrollo.

Ergo, el socialismo histórico ha fracasado. Pero esto también es un claro aviso para quienes creen que con excesiva moderación se puede conseguir algo. Ergo, en el caso de Extremadura, el PP tendrá que hacer que Guardiola entre en razón y se deje de «líneas rojas» que solo son relevantes en su cabeza. Si no, verá finalizada su carrera política ante el cansancio de la sociedad (la afluencia de los mítines de VOX no ha sido un espejismo).

Así pues, finalizamos recordando que el socialismo también empezará a caer en Extremadura. De momento, aumenta su reprobación electoral en picado, aunque no les guste ni a los promotores ni a los cómplices. Pueden llorar perfectamente los hunos y los otros. Su fruto ha sido la ruina de la puerta de España a Portugal, de una potente región en determinados sectores. Pero todo acaba cayendo, y no solo me refiero a la mafia corrupta del PSOE.

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