Una salida ante la angustia del pueblo ucraniano

Relativamente, bajo cierto criterio de aproximación, se van a cumplir cuatro años tras el inicio de la agresión militar del Kremlin de Rusia frente a los territorios de Ucrania en su conjunto, más allá de las disputas sobre el considerablemente rusófono Donbás.

En base a las cifras de distintas fuentes expuestas en la red de redes, habrían caído ente sesenta y cien mil combatientes ucranianos mientras que la cifra de víctimas civiles podría superar las setenta mil unidades (sin tener en cuenta la devastación de determinadas zonas, principalmente en Donetsk, Lugansk, Jersón, Mikoláiv, Járkov y, en cierto modo, en Kyiv).

Más de cuatro millones de personas habrían huido ya desde el momento inicial de la invasión, a fin de buscar un refugio no necesariamente vitalicio en distintos países de Europa. Polonia habría sido el país europeo con mayor ratio (combinando el «efecto llamada» propiciado por Ley y Justicia y Plataforma Cívica con la ejemplar hospitalidad del pueblo polaco, también consciente de que, pese a las rivalidades históricas del banderismo, la asimilación es más fácil que con buena parte de la inmigración musulmana).

Alemania, por cuanto y en tanto, aún intenta resistir como locomotora europea pese a las políticas ecosocialistas, la inestabilidad presupuestaria y la inseguridad callejera, habría acogido a otra considerable proporción. En el caso de España, es interesante resaltar que, con la influencia del clima y la gastronomía, muchos ucranianos hayan optado por invertir, estudiar y acomodarse en las provincias de Valencia y de Alicante.

Todo este tiempo también ha sido de notoria preocupación para otros vecinos de la Región Intermarium (principalmente, para los polacos y los bálticos). Cabe recordar que la frontera polaca es víctima de la amenaza migratoria orquestada por Bielorrusia (Lukashenko es aliado de Putin) y de algunas caídas de drones que principalmente habrían aparecido en el voivodato de Lublin).

El Kremlin tiene sueños sobre la reconstrucción de cierta expansión territorial rusa, lo cual le implicaría tener más lineas de costa en el Mar Báltico así como ejercer un control político absoluto en Varsovia. De igual modo, cabe recordar que los sucesores de la KGB soviética aún piensan en desestabilizar Occidente, sin dudar en alianzas extrañas con países islámicos que rivalizan con Estados Unidos e Israel o con las dictaduras narco-comunistas de Hispanoamérica (Grupo de la Puebla, Cártel de los Soles y Foro de Sao Paulo).

Recuérdese también que la horrenda psicopatía no solo fue parte del pasado soviético, manifestada con masacres como la de Katyn (el Paracuellos ruso, en el que se buscó eliminar a decenas de miles de polacos) o el Holodomor (esa planificación agrícola que se orientó precisamente al exterminio de millones de personas que principalmente eran ucranianas, matándolas de hambre y privándolas de acceso a otros frutos del intercambio comercial). Vladimir Putin no duda en motivar «extraños suicidios», asesinando a sus oponentes con cianuro y polonio, y encarcelando sin piedad a cualquiera que alce la voz contra él.

Ahora bien, se debe de hacer una lectura algo más profunda sobre el hecho de que, según agencias de análisis como Gallup, haya considerable estrés, cansancio y hastío ante este conflicto (además, el ejército ucraniano no estaría tan fuerte en realidad, siendo por ello por lo que se busca arrastrar a todos los jóvenes europeos a participar en un conflicto que no necesariamente perjudica la seguridad de sus países). De hecho, como resultado de lo anterior, dos terceras partes de los ucranianos desearían un acuerdo de paz bajo condición de no perder su independencia política.

Entre esas condiciones habría puntos (teniendo en cuenta principalmente las propuestas que se hacen desde la Administración Trump) como la reducción del número de efectivos del ejército ucraniano, el no ingreso en la OTAN y posibles concesiones territoriales a Rusia (lamentablemente inevitables) que principalmente afectan al Donbás, donde la mayor parte de la población es rusófona (aparte de que, en general, en privado, muchos ucranianos dominen el ruso con facilidad) así como favorable a opciones políticas menos europeístas.

Ciertamente, la cuestión de las cesiones territoriales no es fácil de digerir. Se es igualmente consciente de que los tiranos chantajistas pueden no tener límites, pues es evidente que, aparte del poder, Ucrania presenta una notoria cantidad de recursos agrícolas, nucleares y petrolíferos (no se ha de olvidar la puerta comercial que suponen el Mar Negro y el de Azov). Pero la debilidad y la devastación de Ucrania también han sido responsabilidad de la oligarquía política ucraniana que haya podido tener notorias conexiones con el poder político.

Ucrania es uno de los países de Europa Oriental con menor seguridad jurídica y calidad institucional en lo concerniente a transparencia y separación de poderes. De hecho, los escándalos de corrupción tampoco habrían sido ajenos para Volodimir Zelenski, cuyo jefe de gabinete Andriy Yermak se vio forzado a dimitir recientemente. La Oficina Nacional Anticorrupción (NABU) está llevando a cabo varias investigaciones relacionadas con Energoatom, una empresa estatal ucraniana que es la mayor productora de energía nuclear en el país.

El lavado de dinero habría sido un recurso habitual por parte de distintos bloques y entramados de poder occidentales, aparte de otros incidentes extraños que ocurren en los puestos fronterizos ucranianos (hay quienes reportan el cobro de cuotas extrañas en metálico, de modo que el cashless no sea muy recomendable). Inclusos habrían hecho un mal uso de la criptoeconomía, que también tiene su lado positivo al brindar al ucraniano mayor privacidad financiera, sorteando restricciones sobre bancos e instituciones locales.

Además, a toda esta inestabilidad se le suma que Ucrania siga siendo uno de los países más pobres de la región Intermarium, mientras que Polonia está experimentando un crecimiento astronómico de su poder adquisitivo, con alta probabilidad de superar a una España tercermundista en poco tiempo. Ucrania no atrae ni a trabajadores cualificados del sector tecnológico ni a inversores del real estate.

Luego, tampoco parece que haya mucho interés en las libertades concretas. No hay plena libertad para periodistas y comentaristas antirrusos que cuestionen al cómico presidencial. Este mismo señor es reticente en cuanto a la convocatoria de un nuevo periodo electoral (se oculta que hay un amplísimo porcentaje de ucranianos que estaría en contra de su continuidad en el poder). Igualmente, se obliga a muchos nacionales a participar en el conflicto bélico, y se reciben ciertas prebendas dinerarias del Pentágono con su entramado militar así como de la red de Soros (recordemos que en Ucrania gobierna un globalista relativista).

Con lo cual, la empatía ante el sufrimiento de los ucranianos requiere tanto condenar al sátrapa de Rusia como a la oligarquía política ucraniana que ha impedido cualquier atisbo de sólida progresión económica en el país, explotando a la ciudadanía para con sus propios intereses. La debilidad ucraniana ha tenido responsables (habiendo ayudado a ello la mentalidad del Imagine «johnlennonista» de los llamados «socios europeos» de Bruselas), y aunque haya que aceptar condiciones tristes, conviene aspirar a la paz, a la caída de Putin y a una limpieza institucional en Kyiv.

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