El futuro de la seguridad en España es primero Suecia y después Bukele

En el momento político actual la violencia importada es el elefante en el salón. No sólo es que tenemos un elefante en el salón y que caga en el salón y que vivimos tratando de ignorarlo, cosa que por supuesto no sirve para anular los efectos de tener un elefante en el salón, sino que el elefante crece mientras lo ignoramos y ya pronto no cabrá en el salón. Nuestro próximo problema ya no será tratar de vivir ignorando al elefante sino tratar de respirar aplastados contra la pared del salón.

Suecia, sin ir más lejos, es noticia estos días porque ha decidido recurrir al ejército para combatir la inseguridad en las calles. Como en el resto de Europa y por supuesto en España, esa inseguridad es en gran medida inseguridad y violencia importada. La mayor parte de los detenidos o de la población carcelaria en España es ya inmigrante en las grandes ciudades, un fenómeno que se va generalizando en todas las capitales, y la mitad de las mujeres asesinadas en España, por volcar otro dato, son víctimas de un agresor de origen inmigrante.

Por supuesto sacar al ejército a la calle no va a funcionar en Suecia. Al revés, a los cuatro días los delincuentes le habrán tomado la medida al ejército y se habrán vuelto inmunes a su presencia como las superbacterias a los antibióticos. Sacar al ejército a la calle con las mismas premisas de falta de autoridad bajo las que actúa la policía y que han vuelto impotente a la policía, y sin poner fin a las causas políticas que originan el problema, es una medida que sólo servirá para desprestigiar al ejército, en cuanto se viralicen las imágenes de una masa de delincuentes robando los cascos y las armas a los militares, antes de correrlos a capones. Y así, llegamos al asunto de Bukele.

Llegados a cierto punto, la única forma de poner freno a la delincuencia y devolver la seguridad a las calles es poner al frente del gobierno a un Bukele, aplicando a los delincuentes la brutalidad de los métodos de Bukele. Podemos rasgarnos las vestiduras, como hace la izquierda, pero la misma izquierda que se rasga las vestiduras por los métodos de Bukele es la que provoca la situación por la que después hace falta un Bukele. La causa última de Bukele es el buenismo izquierdista, el delincuencialismo izquieridsta. Evidentemente la naturaleza de la violencia en El Salvador es distinta que en Suecia o España, pero aunque el virus sea de otra cepa la impotencia inicial del sistema inmune y el remedio posterior son aplicables a nuestras propias defensas. A alguien como Bukele no lo encumbran en el gobierno unos youtubers extremistas o las redes sociales, lo encumbra la izquierda con los resultados catastróficos de sus políticas respecto al delito. Si a alguien le tiene que estar agradecido Bukele o el ultraderechista de turno es a la izquierda y su recetario.

Obviamente en España no estamos como estaba El Salvador, ni siquiera estamos como está Suecia, pero el problema es que ya estamos rodando pendiente abajo en dirección a un precipicio como el de Suecia, y Suecia (como media Europa) rueda pendiente abajo hacia un precipicio como el de El Salvador. ¿Podemos parar antes o ya con la inercia que llevamos no queda más remedio que llegar a un escenario extremo como el de Bukele, que a lo mejor no será exactamente igual que el de Bukele pero similar? Puede que todavía podamos pararlo, o sea que también puede que no podamos, pero desde luego no será la izquierda la que pare el problema, sino la que todavía lo agrave más mirando a otro lado, criminalizando a los que denuncian el problema y dando de comer más aún al elefante. Irónicamente, o quizá no, Bukele en El Salvador es un ex-izquierdista inmigrante musulmán. Y el primer ministro británico (conservador y cada vez más anti-inmigración) es de origen indio. Al final la única contradicción insalvable es entre izquierda y solución.

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Un comentario

  1. Mejor explicado, imposible.Transcurren los días,las semanas y los meses y no sé producen asesinatos,frente a la plétora de años anteriores.Y esto constituye un grave problema para los estipendiarios de los derechos humanos y las organizaciones humanitarias(de filiación woke-comunista).Como bien dice Bukele, fueron insensibles al derecho a la vida y a la seguridad de las personas,pero pierden el sueño por la
    pretendida vulneración del derecho al «bienestar» de peligrosos criminales covictos.Por si los resultados prácticos no fueran aval suficiente,cabe especular sobre si existe alternativa a la política seguida por Bukele contra unas organizaciones criminales secretas con miles de miembros,exentas de cualquier norma moral?

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