Madrileños, ¿socialismo o libertad?

Dios mediante, habrá comicios electorales autonómicos en Madrid, el próximo 4 de mayo. La semana pasada, habría fraguado un enésimo intento de Pedro Sánchez para hacerse con este gobierno autonómico, con la “inestimable” colaboración de Ignacio Aguado, conforme con la línea nacional, de hacer de salvavidas del Frente Popular.

Isabel Díaz Ayuso reaccionó rápidamente al escándalo de Murcia y pulsó el botón rojo del adelanto electoral, que en verdad era algo que no pocos deseábamos en otoño, dado que la coalición de gobierno podría hacer aguas (con el respaldo de la constante agitación propagandística de la prensa de extrema izquierda y el abandono traidor de parte del cada vez más “ñoño” y acomplejado PP).

Así pues, será el votante madrileño el que, libremente, participando en el sistema democrático, pueda manifestar, con su voto, si desea que gobierne Isabel Díaz Ayuso o si es mejor tratar de cederle mayor influencia a Pedro Sánchez o de darle alguna oportunidad política a una anestesista que amenazó con disparar al consejero de Hacienda, Javier Fernández-Lasquetty

Y yo estoy de acuerdo. Considero esto absolutamente más legítimo que posibles pactos que no responden a una mayoría electoral sociológica por cuanto la mayoría de votantes de C’s no procedía del PSOE o PODEMOS/Más Madrid, sino del PP (de hecho, habría políticos “naranjas” más alineados a Díaz Ayuso, tales como Rivera de la Cruz o Sergio Brabezo).

Dicho esto, dedicaré el resto del artículo, en conformidad con la finalidad prevista, a exponer cómo ha de concluir, a mi juicio, lo que en sentido no peyorativo se podría considerar como un plebiscito entre el socialismo y la libertad (tomando prestado el combinado de palabras de Isabel Díaz Ayuso, que aspira, como era de esperar, a la reelección).

Hay que ir más allá de una relativa libertad económica

Obviamente, entiendo que tiene una explicación que la Comunidad de Madrid sea una de las regiones españolas con menor tasa de desempleo y mayor capacidad de atracción de inversiones en España, siendo su presión fiscal más ligera que en regiones como Asturias, Cataluña y Extremadura (por ejemplo, en materia de IRPF, Sucesiones, tasas autonómicas y deducciones fiscales para el alquiler).

Con ello, es fácil asumir qué es menos preferible. No obstante, grosso modo, es imposible conformarse con las cuestiones económicas. Insisto en que no quiero sugerir que el estrangulamiento económico sea una pecata minuta (de hecho, reconozco que, dentro del estatismo policial covidiano, en Madrid se puede disfrutar de un mayor margen de libertad que en otras regiones o países europeos).

Las cuestiones más culturales, por decirlo de una forma, son muy importantes. De hecho, hay que recordar a quienes tienen unos criterios de análisis y preferencia más marcados por el economicismo que la libertad económica solo es posible si se respeta el orden natural (esto implica defender a las familias y otros cuerpos intermedios).

El vacío moral y el relativismo vienen a ser lo que necesita un planificador totalitario y muy ansioso para poder ejercer un férreo control sobre el orbe (este tendría masas de individuos atomizados, desesperados, carentes de esperanza y, en consecuencia, sometidos en la totalidad a la Artificial Providencia, liberticida, demoníaca y estranguladora).

Así pues, no solo me interesará que sigamos pagando menos impuestos en Madrid que en Extremadura o que pueda haber una simplificación burocrática para cualquier empresa española interesada en esta región (algo más allá de la libertad de horarios comerciales, a la que, personalmente, no me opongo).

Lo “progre” también está acarreando sus problemas en la Comunidad de Madrid. Por poner ejemplos, se aplica una totalitaria ley LGTBI que vulnera la libertad de expresión, enseñanza, información y pensamiento así como la presunción de inocencia, se subvenciona a los invasores y conflictivos MENASy se mantiene la financiación autonómica a intervenciones de asesinato abortista.

Dejando fuera toda ingenuidad o confusión, sépase que no hay nada en favor de la libertad, sino en contra de la antropología cristiana, la familia, la vida y otras cuestiones que permitirían asegurar un orden natural espontáneo donde podamos ser más libres (la voluntad desordenada es antitética a la máxima “más sociedad, menos Estado”). Con lo cual, todo importa.

La cuestión es ser práctico, renunciando al obtuso idealismo de salón

Ninguna de estas líneas estará alentada por una actitud de forofismo partidista; al fin y al cabo, la sociedad tiene que ser fuerte, implicando esto también la fiscalización de la labor de quienes están ocupando las distintas responsabilidades y niveles del poder político, ya sea desde un prisma más analítico-intelectual o de acción a tecla y a pie.

Obviamente, dentro de las maniobras que a uno se le pueden poner sobre la mesa, siempre estará la defensa y la sana discusión sobre aquello en lo que de verdad cree. No obstante, muchas circunstancias llevan a uno a ser lo más práctico posible (llámesele “posibilismo electoral” si queremos, en este caso), renunciando a cerrazones obtusas de salón que restan y fastidian más que suman.

Así pues, no me interesa que la provincia madrileña avance hacia una gran destrucción económica así como tampoco que el programa cultural revolucionario avance a mayor velocidad (sí, dos preocupaciones, no solo la económica). Por ello, sin dejar de pensar a largo plazo, creo tener claro cómo responder en el cuarto día del mes de mayo (diré que evalúo costes de oportunidad).

Sin entrar demasiado en el meollo de la demoscopia, manifestaré que se abre una oportunidad para uno de los primeros gobiernos de Europa Occidental (en este caso, a nivel autonómico, en tanto que existe un grado de descentralización regional considerable así como relativa en España) donde haya una facción totalmente contraria al establishment y al discurso “progre”, tan hegemónico por desgracia.

Podría ser en solitario, pero también en coalición, siendo lo ideal combinar el mejorable respeto del PP de Madrid hacia la libertad económica con una batalla cultural a nivel político por parte de VOX, que sea capaz, dentro del margen competencial, de combatir el derecho a la vida del no nacido, combatir el totalitarismo de género y acabar con el más que conflictivo “multiculturalismo”.

Por lo tanto, concluyendo, siempre tendré claro que el socialismo será algo a repudiar, en cualquiera de sus modalidades. Y en conformidad con ello, dentro del posibilismo o acción práctica de corto plazo, creo que el sentido del voto ha de expresar una VOZ en alto (con luz verde) para poder asegurar tanto una defensa de la vida, la familia y la tradición como mayor libertad económica.

Por Ángel Manuel García Carmona

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