Para la izquierda, incluso en tiempos normales, gestionar eficazmente el sector publico es que una cosa la hagan entre 5 funcionarios aunque la puedan hacer entre 3. O que los empleados públicos cobren 120 por un trabajo por el que los trabajadores del sector privado cobrarían 90, aunque para pagar el sueldo público de 120 haya que quitarle más al que solo cobra 90, generando una brecha entre los españoles que financian el Presupuesto y los que cobran del Presupuesto que no para de crecer. El relato de los gobiernos de la derecha en este país siempre es arreglar la ruina y los desbarajustes que han dejado los gobiernos anteriores de la izquierda. Los partidos de izquierda no son realmente los protectores de lo público, sino sus destructores. Por alguna extraña razón (no tan extraña) la derecha se lleva la mala prensa, cuando todos los ajustes que tiene que realizar son el resultado de que la izquierda previamente haya dejado las cuentas públicas y la economía en la ruina, como por otro lado está a punto de volver a pasar. Las cuentas de este gobierno ya están totalmente desbarajustadas y toda su gestión, por llamarla de alguna manera, consiste en gastar y gastar esperando que los desajustes los paguen los contribuyentes alemanes o suecos.

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Desbarajustan todas las cuentas que tocan. Nos llevan al precipicio. El gasto publico en Suiza es un 66% mas eficiente que en España, lo que significa que lo que los gobernantes españoles hacen con 166 euros los gobernantes suizos hacen con 100. La solución de los gobernantes españoles ante la falta de recursos, y siempre faltan recursos cuando se gestiona mal, nunca es ser más eficientes y gestionar mejor, sino que el contribuyentes español, que por otro lado es mucho más pobre que el suizo, pague 166 donde el suizo paga 100, o hacer un 66% menos de cosas con el mismo presupuesto.

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Se nos bombardea con la idea de que los contribuyentes tenemos que pagar y callar porque hace falta el dinero para las escuelas y los hospitales, pero en realidad pagamos muchísimo dinero para escuelas y hospitales sólo que ese dinero se gestiona muy mal. Por no decir que cuando llega una pandemia y uno espera ver el dinero que pagó en impuestos para sanidad resulta que el sistema colapsa porque los hospitales están saturados, porque los políticos no tomaron medidas a tiempo, porque estaban en modo negación, porque tenían que celebrar el 8M, porque el sectarismo sustituye a la razón y a la gestión.

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A todo esto se suma el hecho de que una parte importante de lo que pagamos en impuestos no sólo se gestiona mal, pero al menos en cosas que son necesarias, sino que  se va a gasto improductivo como televisiones vendidas al gobierno que no son más que meros aparatos de propaganda y desinformación gubernamental, que además sólo sirven para generar odio y división entre los españoles. O en chiringuitos ideológicos de todo tipo. O en empresas públicas zombis que sólo sirven para evitar que haya empresas privadas haciendo esa labor sin coste para el contribuyente. O en “prusés” y en operaciones secesionistas pagadas entre todos. O en latifundios burocráticos en los que se atasca y encarece cualquier iniciativa emprendedora a la par que se financia por enchufe una extensísima y siempre creciente oligarquía de la inutilidad.

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En el apartado sanitario el suspenso es inapelable. En el apartado económico suspenso absoluto también. Suspenso asimismo en el apartado de defensa de las libertades y derechos, pero sobresaliente en propaganda y lo uno tiene que ver con lo otro. La propaganda y el discurso triunfalista oficial no puede sostenerse si al mismo tiempo no se aprietan un poco las correas de las libertades generales. En pleno pico epidémico y desinformativo, cuando nos desaconsejaban la mascarilla, el Ministerio de Interior se dedicó a vigilar las redes sociales; ahora se dice que cientos de miles de cuentas de Facebook brotaron de la nada para dar soporte al gobierno. La epidemia no ha parado los movimientos del gobierno para politizar la educación y limitar la libertad de las familias para no elegir la educación pública o el adoctrinamiento gubernamental. Las manifestaciones se reprimieron aunque se tratara de meros paseos frente a las sedes del PSOE con distancia de seguridad y mascarillas. Mas tarde aparecieron contramanifestantes de ultraizquierda a estorbar con violencia y amenazas a las personas que se manifestaban pacíficamente contra la gestión del gobierno. Lo que por otro lado no puede conseguirse reprimiendo se consigue pagando, como el día en que el gobierno, con el dinero de todos, se compró las portadas de todos los periódicos de España. Cuando gobierna la izquierda no sólo se gestiona todo peor, sino que se reduce la capacidad de llevarle la contraria al gobierno y de elegir en general cosas que no le gustan al gobierno. O sea, se recorta la libertad.

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El titulo alternativo de este análisis podía haber sido “La  mala gestión de la izquierda”. Llega un punto en que seguramente es mas elegante y sutil, puede que más eficaz, que el lector llegue por sí mismo, si es que es ahí donde cree que hay que llegar, a la conclusión de que tenemos unos gestores de mierda, sin necesidad de hacerla tan explícita en un titular. Pero el lector llegará a sus propias conclusiones de todos modos y hay veces que frente al poder no es posible hacer mucho más que elegir un titular.

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