Ayer Torra comparecía ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para responder ante la acusación de un delito de desobediencia. El presidente de la Generalidad se negó a acatar una orden de la Junta Electoral Central que le obligaba a quitar una pancarta y los lazos amarillos de la fachada del Palacio de la Generalidad durante la campaña electoral. La pena por este delito puede llegar a los 20 meses de inhabilitación. Es decir, Torra se juega su cargo y su candidatura electoral.
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Torra, sin embargo, se mostró tranquilo y desafiante antes, durante y después de su comparecencia. El domingo, por ejemplo, comentaba en un acto ante sus seguidores que “he comido un plato de butifarra con judías bastante contundente y, según las preguntas que me hagan en el juicio, la cosa puede salir por un lado o por otro”.
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Torra convirtió ayer su comparecencia judicial en una proclama con tintes de show, admitiendo abiertamente haber desobedecido la orden de la Junta Electoral Central de eliminar las pancartas y lazos, en razón de la obligada neutralidad institucional: “Como en las películas, no, no la cumplí; Digámoslo de otra forma: sí, la desobedecí. Pero era imposible cumplir una orden ilegal. Todos en esta sala saben que era una orden ilegal y yo cumplí con mi deber de defender los deberes y libertades de mis conciudadanos”.
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El presidente de la Generalidad alegó constantemente en su defensa, o basó más bien su ataque al tribunal, en la pretensión de ser él quien representaba el orden y la legalidad, respaldado por la mitad menos el 3% de los catalanes, frente al supuesto estado antidemocrático y opresor español.
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Quim Torra sólo contestó a las preguntas de su abogado defensor y rechazó responder al fiscal indicando que la Fiscalía tan sólo es un títere del gobierno, como había asegurado Pedro Sánchez en una entrevista. En ese punto hay que reconocer que no le falta algo de razón a Quim Torra.
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Previamente a la comparecencia ante el tribunal, en una entrevista concedida a la cadena de televisión Al Jazeera, el presidente de la Generalidad había expresado su convencimiento de que tras el juicio no será inhabilitado.
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Lo cierto es que, efectivamente, Torra actuó ayer o como si fuera un temerario o como si, por el contrario, supiera efectivamente que no va a ser inhabilitado y que no le va a pasar nada. Lo preocupante es que cualquiera de las dos opciones son posibles y cualquier de las dos son muy preocupantes.
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En cuanto a que Torra pueda estar seguro de su impunidad, al punto de hacer groseras bromitas sobre las judías con butifarra y el orificio de su cuerpo por el que podían salir las respuestas en el juicio, hemos de tener en cuenta que nos encontramos en pleno proceso de negociación entre los separatistas y el PSOE para conseguir la investidura de Sánchez. ¿Es posible que Torra acudiera al juicio sabiendo de antemano que no le va a pasar nada? Alguien podría decir que en España hay división de poderes a lo que Matías Prats, tras escuchar la objeción, respondería un “permítame que insista”.
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También es posible que de lo que pueda estar seguro Torra es de su inhabilitación y de que su actitud temeraria responda al saberse ya perdido. O sea, un acuerdo del PSOE con ERC podría incluir un cambio de cromos de modo que en Madrid gobernara el PSOE con el apoyo de ERC y en Barcelona gobernara ERC con el apoyo del PSOE.
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Lo que en cualquier caso de deduce de cualquier análisis posible es la anormalidad de la situación. La anormalidad de que el presidente de la Generalidad sea un loco, la anormalidad de que le tribunal esté bajo control, o la anormalidad de que el loco sea el líder del PSOE y ponga al estado en una situación de dependencia respecto a chiflados como Torra o Junqueras.
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