Mientras los medios abertzales nos cuentan lo buenísimos chicos que son los condenados de la manada de Alsasua, lo injustas y desproporcionadas que son sus penas recurribles y el montaje policial al que han sido sometidos, la familia de una de una de las víctimas abandona definitivamente Alsasua a causa de la presión a la que viene siendo inmisericordemente sometida.
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La puntilla a la situación que viene padeciendo la familia de María José, de origen ecuatoriano y novia del teniente agredido, la han puesto las últimas movilizaciones a raíz de la sentencia condenando a los acusados.
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No hace ni un mes, la novia del teniente al que le partieron la tibia y el peroné y al que siguieron golpeando en la cabeza hasta dejarlo inconsciente, denunciaba que “antes de que los hechos fueran calificados de terrorismo, ya comenzaron las pancartas”, y que “desde el minuto uno se nos estuvo atacando, a mí y a mi familia”. La chica, que vivía en Alsasua desde que tenía 3 años, detalló entonces las pintadas, los ataques a su vehículo, los insultos, las llamadas amenazantes con número oculto, así como la falta total de solidaridad, sea por convicción o por miedo, por parte de quienes habían sido hasta entonces sus amigos y vecinos. Durante una entrevista concedida al diario El Mundo, María José anticipaba incluso la marcha de la familia de Alsasua: “Para reconstruir todo hay que marcharse de allí. Me duele mucho. Era mi pueblo, mi hogar, mi vida, mi todo, pero no podemos estar allí. No puedes vivir siempre con la tensión. Tenemos que irnos de Alsasua”.
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En relación al acoso que sufría la familia de María José, también hace escasas fechas, coincidiendo con la publicación de la sentencia, la Guardia Civil tenía que activar un protocolo de seguridad para poder protegerla, tanto a ella como a su negocio.
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Según publicaba ayer elindependiente.com, el final de esta historia llega con un cartel de “se vende” en el piso de la familia de María José, que ya ha decidido definitivamente marcharse de Alsasua.
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El juicio paralelo del Parlamento de Navarra
Mientras la familia de María José ponía el cartel de se vende poniendo fin a una aventura que ha durado 17 años, el Parlamento de Navarra, con los votos del cuatripartito aprobaba una declaración rechazando la sentencia condenatoria y solidarizándose con los condenados. La declaración tilda de “tristes y lamentables” los “hechos” del 15 de octubre de 2016, y señala que “nunca debieron ocurrir”. Es imposible deducir de la declaración a qué “hechos” se refiere el cuatripartito: ¿a una pelea de bar?, ¿a la provocación a las buenas gentes de Alsasua por parte de dos guardias civiles borrachos y sus novias?, ¿a un montaje policial?, ¿a un infortunado tropezón con un bordillo de un guardia que se rompió la pierna? Imaginen, por otra parte, que la familia de una chica violada por unos chicos de su pueblo tuviera que abandonar la localidad porque las penas a los violadores, a ciertos colectivos, les parecieran desproporcionadas.
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Sólo queda preguntarse hasta qué punto la Navarra que el cuatripartito quiere construir se parece a esta Alsasua de la que las víctimas y sus familias tienen que huir.
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Pues no. Para nada. No es nazismo, es comunismo versión txapelaundi. Si a todo lo maligno, abusivo y totalitario le llamamos nazismo, se lo estamos poniendo en bandeja. Los agresores, las asociaciones a las que pertenecen, las movilizaciones que montan, no son nazis, sino antinazis y antifascistas. Va siendo hora de hablar claro y de que cada palo aguante su vela.
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