O en Alsasua hay terror, o en Alsasua hay una sociedad infecta

“No quiero entrar ya en detalles que expuse en la Audiencia Nacional porque fue muy duro. Me sentí acosada y hostigada por los abogados de los procesados. Trataron de demoler mi declaración. De aquella noche aún me cuesta mucho hablar. Jamás se me va a quitar de la cabeza el odio, las miradas de odio, la rabia, la saña, y el rencor. Esas miradas… La fuerza con la que pegaban. Llegó un punto en que pensé que mataban a Óscar. Veía que lo podían matar: tendido en el suelo y la gente pateándole la cabeza, eso se me quedará siempre, con esas miradas de odio, con la boca sangrando. Me tiré encima, recibí todo tipo de golpes. Tengo pesadillas con esas imágenes. A mí me agarraron del cuello con una fuerza tremenda, era la fuerza del odio”.

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Así relataba ayer en la prensa María José la paliza que recibieron los guardias civiles y sus parejas en Alsasua. Siendo terrible el relato, no es mejor todo lo que vino después.

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“Antes de que los hechos fueran calificados de terrorismo, ya comenzaron las pancartas. Desde el minuto uno se nos estuvo atacando, a mí y a mi familia. Se movilizaron, hicieron manifestaciones ilegales. Pasados tres días, estando en casa, pasaban manifestándose por la puerta y nos gritaban… ‘policías, asesinos a sueldo, esbirros del poder’. Nos chillaban, nuestros vecinos, ‘fuera de aquí’. Todo frente a mi portal, a mi balcón”.

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“La campaña de acoso aumentó. Hace unos días arrancaron de cuajo el retrovisor de mi coche y lo han destrozado. Mi vida en Alsasua se basaba en estar en casa, sin apenas salir. Iba y venía de mi casa al bar en coche. Hablamos de un recorrido andando de cinco minutos. Estaba secuestrada en Alsasua, en mi pueblo. Me sentí enjaulada. En cuanto pisaba la calle, sentía las miradas de odio. Y así consiguen hacerte daño, meterte el miedo”.

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“Yo perdí a todos mis amigos, personas con las que estaba desde los tres años. Cuando se produce la agresión, pierdo a ciertas cuadrillas de amigos. Cuando se hacen las detenciones, ya pierdo a todos, algunos, incluso, han secundado las protestas contra mí. Se dejan llevar por la presión y el miedo. Puede más el querer ser aceptado”.

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«Era mirar por mi balcón y encontrarme pancartas enormes: ‘Estamos con vosotros’ y los nombres de ellos, de los que me agredieron. La que más me dolió, la que colgaron de unos mástiles en la que, además de dar apoyo a los presos, añadía… ‘el pueblo no perdona’. Me afectó muchísimo. No entendía qué es lo que el pueblo no puede perdonarme».

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El Gobierno de Navarra se ha cubierto de… gloria

 «No he recibido ningún tipo de solidaridad por parte del Ayuntamiento de Alsasua, de nadie del Ayuntamiento. Nadie me ha llamado para preguntarme cómo estoy. Barcos estuvo en Alsasua, en el ayuntamiento, se hizo fotos con los familiares de los detenidos dándoles su apoyo. El Gobierno de Navarra nos hizo una visita exprés, con una Barcos un poco forzada, y nada más».

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Sólo eres mujer si piensas como ellos

“En una concentración en Pamplona estuvieron el colectivo LGTBI y colectivos feministas en favor de los agresores. Me dolió mucho. Yo sí me considero una feminista, apoyo a mis hermanas y reivindico nuestros valores. Yo, como tal, aunque no he recibido apoyo de ningún grupo de ésos, me he manifestado en contra de la sentencia de La Manada. Y aunque no he recibido el apoyo de las mujeres, de mis ‘hermanas’, no voy a dejar a un lado a las demás víctimas, porque lo último que quiero es que a ninguna otra víctima se le juzgue, no se le crea, o que se le deje completamente sin apoyos. Porque, el acoso lo he recibido yo, han atacado a una mujer que ha ejercido su derecho individual a estar con quien le da la gana”.

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La pena proporcional. El daño desproporcionado

“Hubo un punto en que no podía más, no veía ninguna salida y me tentó un comportamiento egoísta, aliviar mi dolor, que me dejasen en paz. Porque ya eran amenazas constantes, de muerte, por redes sociales. Me llamaban a mi móvil desde números ocultos… Quería que todo se acabase. Pensé muy seriamente que no podía continuar. Con 19 años me quitaron las ganas de vivir. Me rompieron la ganas de vivir, de seguir adelante, me rompieron el futuro, me rompieron todo», de nuevo irrumpen sus lágrimas. «Me han roto la vida entera. Estoy intentado rehacerme, pero no me dejan. ¿Cómo puedo hacer una vida fuera si todavía tengo a mis padres sufriendo el acoso diario en Alsasua? Mis padres siguen allí. ¿Cómo puedo empezar desde cero sabiendo que mi familia está acosada allí? Me han robado el tiempo con ellos. Me han robado mi vida en familia”.

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STOP al terror nacionalista

El testimonio de María José evidencia una vez más que Alsasua es una localidad enferma. No sólo Alsasua, por desgracia. Apartheid es lo que te hacen en los lugares donde gobierna el nacionalismo si no eres nacionalista. María José se va a tener que marchar de su pueblo no pese a los esfuerzos del Gobierno de Navarra para acabar con esa situación, sino con el Gobierno de Navarra manifestándose en defensa de la manada que la agredió. En los pueblos donde te pueden dar una paliza por no ser nacionalista, no hay carteles en la entrada diciendo que allí no se toleran las agresiones nacionalistas. La imagen nefasta de Alsasua no es desde luego culpa de quienes denuncian lo que sucede en Alsasua, sino de quienes realizan los comportamientos que se denuncian. Alsasua no es un caso aislado. No es una sociedad a cambiar. Por el contrario, Alsasua es el modelo a implantar en toda Navarra. Otra cosa será que lo consigan.

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Decíamos al principio que o en Alsasua domina el terror, y por eso María José no ha recibido la solidaridad de nadie en el pueblo, o bien es que la población de Alsasua actúa así porque cree que debe actuar así. Ninguno de los dos escenarios es bueno pero el segundo es aún peor.

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Entrevista completa:

http://www.elmundo.es/espana/2018/05/14/5af8610cca4741011f8b4625.html

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