El Gobierno vasco dará permisos a los funcionarios que utilicen el mercado de los vientres de alquiler

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No es una novela de Aldous Huxley . Es el presente. En la CAV. El Gobierno vasco ha ampliado los permisos de maternidad y de paternidad de los empleados públicos de Euskadi a los padres que opten por el vientre de alquiler para tener hijos.

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En realidad, que se conceda un permiso de paternidad a alguien que tiene que cuidar de un niño no es lo delirante de la noticia. Lo delirante es que se pueda comprar el niño. El otro aspecto no mucho menos delirante es que el vientre de alquiler es una práctica de momento ilegal en España. Es decir, que el gobierno vasco financia a los empleados públicos que recurren a un método ilegal en España para tener hijos. Uno de los destinos favoritos de quienes recurren al vientre de alquiler es California, con lo que se están sentando las bases de una generación de hijos californianos de funcionarios vascos y un puente aéreo Bilbao-Los Angeles de niños que quieran conocer a sus madres biológicas. Por lo demás, según se puede leer en los medios el coste de recurrir a un vientre de alquiler en los EEUU ronda los 120.000 euros, de los que cerca de la mitad pueden acabar en el bolsillo de la gestante, que además puede ser donante del óvulo.

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Todo indica que nos encontramos en plena ofensiva para la normalización de los vientres de alquiler, por no decir la compraventa de niños. Nos dirán que hay mujeres dispuestas a gestar niños gratis y donarlos, lo cual tampoco termina de ser normal, pero la realidad es que no hay tantas samaritanas dispuestas a atender gratis la demanda de bebés. Hay que normalizar los vientres de alquiler, o la compraventa de niños, principalmente para normalizar el matrimonio gay. También la paternidad/maternidad monoparental. O todo esto es normal, o todo es anormal, ustedes verán.

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Papá, ¿cuánto te costó mi hermanito?

El vientre de alquiler transgrede una línea tan poco sutil como la que existiría entre adoptar un niño en un hospicio o vender niños a un hospicio. Una cosa es que por desgracia haya huérfanos, por ejemplo, y personas que los adopten en mutuo beneficio de los niños y las familias, y otra que las adopciones consistieran en que alguien tuviera niños para vendérselos al hospicio y el hospicio a su vez los revendiera a los padres adoptivos. El vientre de alquiler se parece mucho a esto sólo que nos saltamos la intermediación del hospicio mediante la “venta directa”, aunque en vez de hospicio suele haber una “agencia” que intermedia entre el vientre de alquiler y el comprador. Una agencia que evidentemente se lleva su comisión.

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La normalización del vientre de alquiler, por consiguiente, implica tener que familiarizarse con la idea de que haya gente que tenga hijos para venderlos y de que haya negocios que consistan en la compraventa de niños. Salvo que nos neguemos a familiarizarnos con ello.

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Si normalizamos la compraventa de niños, por ejemplo, tendremos que preguntarnos si se establecerá un precio fijo, o si el precio lo determinarán la oferta y la demanda, de modo que a lo mejor un niño cuesta más que una niña pero una niña blanca cuesta más que un niño negro.

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Los hijos no son cosas ni se tienen para hacernos felices a nosotros, aunque nos hagan serlo

Da la impresión de que todo esto con lo que nos quieren familiarizar puede tener muchos fines, pero no principalmente el bienestar de los niños. Como cuando compramos un coche, la finalidad principal de la compraventa no es la felicidad del coche. Pasado el tiempo, es posible que un niño que sus padres sean sus padres, que sus padres sean un hombre y una mujer, que sus hermanos sean sus hermanos, que su madre le haya dado a luz, que sus padres se quieran entre ellos y que le quieran a él, se convierta en un auténtico privilegiado. Quizá demasiado privilegiado como para que la sociedad tenga que consentirlo. Habrá que prohibirlo.

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Vientres de alquiler: compro niño, vendo niño