El PSOE reconoce la injusta expulsión de sus filas de Juan Negrín y la Navarra Julia Álvarez en 1946.

Tras la llegada de la democracia, el PSOE (y la izquierda en general) ha evitado cualquier clase de autocrítica relativa a su comportamiento antes y durante la Guerra Civil Española. Básicamente, se presentan a sí mismos en los años treinta como la encarnación en estado químicamente puro de la democracia en el mundo. Tal reescritura de la historia no sólo choca frontalmente con los documentos, discursos, programas y escritos de la época (los de los propios socialistas, no los de sus enemigos), sino con algunos hechos suficientemente reveladores y bien conocidos. Uno de ellos es la intentona de golpe de estado contra la república en 1934, cuando perdieron las elecciones. Otro, menos conocido, es el golpe de estado (en este caso triunfante) de Casado y Besteiro el 6 de marzo de 1939.

El golpe de estado de Casado y Besteiro acabó con la presidencia del también socialista Juan Negrín, de infausta memoria para propios y extraños durante décadas hasta el momento presente, en que el PSOE intenta rehabilitarlo. Paradójicamente, por lo que acabamos de contar, este intento de rehabilitación debería ir acompañado de otro paralelo de desprestigio de Casado y Besteiro.

El golpe de estado tuvo lugar poco antes del final de la guerra, dio lugar a una cifra reseñable de muertos y fusilados entre los propios republicanos, y tuvo como propósito desbaratar la política de Negrín de prolongar el sufrimiento de la población española para intentar involucrarnos en la Segunda Guerra Mundial en vez de poner fin a la Guerra Civil Española. Baste citar al respecto, para arrojar alguna luz sobre los hechos, lo publicado por los propios socialistas tras el golpe en el diario El Socialista el 12 de marzo de 1939:

Acabamos de pasar las horas de mayor angustia de toda la guerra. También, en cierto modo, las de mayor humillación. Existe ésta cuando, al cabo de treinta y dos meses, nos vemos obligados a declarar ante Europa que no todo el Frente Popular estaba formado por españoles, mejor dicho, por servidores leales de España.

Esos antecedentes justifican que el representante de Moscú en Europa enviara a nuestro país, en estos últimos días, a dos o tres emisarios con el encargo de preparar un alzamiento contra la República. Prolegómenos de ese alzamiento -evitado a tiempo por la constitución del Consejo de Defensa Nacional- son, entre otros hechos, los varios números apócrifos del Diario Oficial del Ministerio de Defensa, desde cuyas columnas el partido comunista fue tomando posiciones y apoderándose de los mandos fundamentales del Ejército, de la Marina y de nuestra Aviación, con el fin de preparar major la declaración pública de que nuestra Patria, en la cual ya tendrá poco fruto que recoger Rusia, era una colonia del Régimen soviético.

Paradójicamente una vez más, esta declaración de los socialistas alzándose en armas en 1939 contra la implantación comunista viene a ser equivalente a la de los nacionales tres años antes, exactamente con los mismos argumentos. Es en la reescritura de estos hechos en donde, probablemente, habría que situar la "devolución" del carné socialista a Negrín, a la navarra julia Alvarez y a otros militantes en su día expulsados del Partido Socialista.

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