La situación es especialmente delicada en zonas con tradicionales problemas como Murcia o el mediterráneo andaluz, a las que se suma Cataluña cuyas cuencas internas están apenas por encima del 20 por ciento. Esto ha llevado a que la Generalitat se apresure a pedir al Gobierno un trasvase del río Segre –afluente del Ebro- al Llobregat desde donde se recoge agua para abastecer parte de la ciudad y zona metropolitana de Barcelona.
La solicitud se antoja lógica, pero pone en evidencia la actitud mantenida hasta ahora por el Ejecutivo catalán, que se opuso a cualquier trasvase del Ebro cuando estaban en la oposición y no era su comunidad la que lo necesitaba. Eso sí, por un mínimo de decencia política –y no poco cinismo- no habla de "trasvase" sino de "captación temporal de agua", como si el simplista juego de palabras cambiara la realidad de la necesidad de una auténtica política hidrológica a nivel nacional.
Desde Valencia y Murcia se critica este doble rasero y Aragón recuerda que su Estatuto "blinda" el trasvase, mientras el Gobierno de Zapatero, desbordado por la situación y prisionero de sus "erróneas" actuaciones anteriores, ofrece llevar agua desalada en barco desde Almería (la provincia más seca de España) hasta Barcelona.
Mientras unos y otros se pelean los ciudadanos, especialmente los regantes del río Ter, sufren las consecuencias de una ausencia de responsabilidad política y altura de miras, ya que el asunto del agua reclama desde hace muchos años un Pacto de Estado que no llega, debido en gran parte a los intereses electorales de PP y PSOE y a las presiones de unas insolidarias comunidades autónomas. ¿No les parece una vergonzosa situación?