El progre, una especie en vías de extinción.

No pretendo regodearme, pero la cosa es bastante clara. Quedan, como mucho, un par o tres de generaciones de progres, y me explico. En primer lugar, está el hecho biológico de la extinción de los progres. Por la parte baja de la pirámide poblacional progre, tienen el aborto; por la parte alta, la eutanasia; y en medio, el matrimonio homosexual. Sus propios postulados les conducen a la extinción. Se acaban y no tienen recambio. Pero aún es peor. Las estadísticas demuestran que, con la edad, disminuye el número de progres. El progre de hoy mañana será un conservador, así que disfrute usted el poco tiempo que le queda de progre. Y por si esto no fuera bastante, fíjense lo que le ha pasado al mismísimo Ibarreche: el tío lehendakari, el sobrino torero. No me quiero ni imaginar a qué se dedicará el nieto de Otegui. Todas sus ideas han fracasado. Acabado el marxismo y el materialismo histórico que propugnaban, no les queda más que aferrarse al papel de controladores del capitalismo. Su último reducto es el mundo de la “cultura”, porque sus inaplicables paradigmas sólo son posibles en la ficción de las series, las películas o las letras de las canciones. Pero es un mundo que también agoniza conectado al respirador artificial de las subvenciones sin el cual moriría. No se extrañen ustedes, por tanto, del interés de los progres para imponernos su dichosa Educación para la Ciudadanía. Es su única salida. O lavan el cerebro a los hijos de los demás, o ellos se extinguen. Pero incluso en los casos en que los padres atemorizados permitan a los progres poner las manos sobre sus hijos, siguen teniendo la partida perdida. Esos chavales crecerán, se conectarán a internet, navegarán inocentemente por la red, y algún día, de repente, descubrirán Navarra Confidencial. Están acabados.

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