La batalla del coche oficial llama más la atención porque tiene un ritmo más vivo, más ruidoso. Pero la batalla que hay detrás de la política es más importante porque en ella votamos cada minuto, en cada una de nuestras decisiones, y elegimos en qué clase de sociedad queremos vivir. Elegimos qué comer, a qué hora, dónde vivir, qué vestir y cómo divertirnos. Elegimos a quién rezar y cuándo. Elegimos cómo educar y qué responder a las preguntas incisivas de los niños. Podemos elegir una cultura que deje vivir a nuestras tradiciones más auténticas o podemos hacer un borrón y cuenta nueva como si aquí no hubiera pasado nada antes del último Amejoramiento Foral. Podemos elegir entre ser lo que somos (para seguir eligiendo) o convertirnos en ciudadanos de un estado amorfo que acaba pensando por nosotros. Gane quien gane las elecciones, o sea quien sea el próximo presidente, Navarra va a seguir siendo lo que es. Y aunque se hagan con el poder político esos que llevan la etiqueta oficial de vascos, no va a cambiar el sentido de la silenciosa batalla cultural que se libra en nuestras calles. No es una cuestión entre vasquistas y españolistas -como ha demostrado la ruptura del famoso pacto antiterrorista. Es una cuestión entre los que creemos en algo y los que creen en algo diferente en cada momento. Jerónimo Erro
