¿Cuántos corruptos hay en la sociedad navarra?

Hace unos días saltaba la noticia de que la Policía Municipal de Pamplona había detectado y retirado 136 tarjetas de aparcamiento para personas discapacitadas que estaban siendo usadas de manera indebida. El fraude incluía desde el caso de familiares de un discapacitado que usaban la tarjeta para uso particular al del fallecido cuyos descendientes seguían usando la tarjeta.

La noticia resulta llamativa por varios factores. Para empezar por el volumen del fraude. Que se hayan detectado 136 abusos es algo más que un asunto puntual y excepcional. Por otro lado porque hablamos de ciudadanos “normales”, no de políticos, ni de banqueros ni de miembros de ninguna casta particular. Por tanto hay corrupción, la hay en cantidad y la hay en el conjunto de la sociedad. Alguien podría pensar que se trata de un asunto menor, pero quizá por eso mismo resulta más significativo. Es decir, ¿podemos esperar de alguien que sea tentado con las pequeñas cosas que no lo fuera con las más cuantiosas y relevantes? Entre los más escandalizados por el caso, obviamente, los propios discapacitados, que al mismo tiempo son los mayores perjudicados.

De este modo, el fraude de las tarjetas de aparcamiento de los discapacitados nos puede ofrecer una pequeña aproximación sobre la corrupción, la pillería o la picaresca en la sociedad navarra. A 31 de diciembre de 2014, había 667 tarjetas concedidas, por lo que 136 representarían un 20,3%.

A fin de cuentas, puede ser que los políticos, como era de temer, no sean sino un reflejo de la sociedad en la que viven, como los banqueros, los policías, los panaderos o los pilotos (véase la noticia relacionada). Si en la sociedad en general hay un 20% de pillos, no esperemos que los pillos en la política sólo sean el 1%, no digamos el 0%.

No podemos saber la adscripción política e ideológica de los 136 tramposillos de las tarjetas, pero resultaría bastante iluso pensar que todos votan al mismo partido, hablan vascuence o han ido al mismo colegio. En realidad es probable que muchos de ellos se indignen hipócritamente con los casos de corrupción política y se rasguen las vestiduras hablando de tales o cuales políticos. Puestos a buscarla, seguramente la característica más indiscutible que tienen los 136 tramposos en común es que son seres humanos. El problema es que el 100% de los políticos de todos los partidos, igual que el 100% de todos los periodistas o de todos los auxiliares administrativos es que son seres humanos. No vayamos a pensar que en tal o cual partido son todos puros o todos corruptos si en todos los partidos son seres humanos. No vayamos a pensar que los humanos fuera de la política son todos puros. Y no hagamos normas ni vivamos en un sistema diseñado para funcionar bien en un mundo donde el 100% de los seres humanos fueran angelicales y puros.

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