Reflexiones en tiempos de incertidumbre

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El riesgo de la marginalidad cultural y política de los cristianos y del cristianismo en Cataluña
La necesidad de construir una respuesta

En la web de participación del Ayuntamiento de Barcelona un ciudadano formuló la iniciativa no asumida por la institución: la expropiación y derribo de la parroquia de Santa María de Gracia, con el fin de ampliar una escuela vecina. De los comentarios que apoyaban la propuesta llamaba la atención que la mayoría se formulaban desde la “utilidad”: “la educación es muy importante”, y a “la escuela le falta espacio, mientras que a la parroquia va poca gente”. Estamos ante un hecho que invita a reflexionar.

Aquella contraposición entre utilidad de lo cotidiano y nimiedad de lo sagrado, solo es posible cuando el hecho religioso se ha transformado en marginal, para después convertirse en obstáculo para satisfacer las necesidades, o los deseos, sobre todo los deseos, de la gente: la desaparición del hecho religioso en todo lo que tenga de público, porque una vez establecida su marginalidad toda iniciativa colectiva, o pública deviene superior. Es una gran ingenuidad católica pensar que se puede ser marginal política y culturalmente, y que todo siga igual.

Hay otros casos que apuntan en la misma dirección. Es el caso del Cristo y la Cruz de Sant Carles de la Ràpita “investigados” por la alcaldía para determinar si deben ser o no derribados porque fueron construidos en tiempos de Franco. Hay que mencionar que no hay ninguna referencia alusiva a este hecho porque la placa que existía hace tiempo que fue retirada. El propio Síndic de Greuges de Cataluña que tiene la responsabilidad de velar por los derechos de los ciudadanos ha escrito al Ayuntamiento con unos términos ideológicamente muy orientados señalando que ha abierto de oficio una “investigación” sobre “un monumento de exaltación franquista” refiriéndose a la cruz y en la imagen de Jesucristo.

Pero observemos ahora el fenómeno contrario. Hace poco se produjo la ocupación de un edificio municipal en Sants, afectado por la cobertura de las vías de FFCC; es Can Vies, fuente de conflicto con los vecinos a causa del poco civismo de los ocupantes. A pesar de este hecho, y la necesidad de derribarlo, el anterior consistorio del Alcalde Trias acabó pactando una especie de continuidad fáctica, y la actual de la Alcaldesa Ada Colau da a los ocupantes todas las facilidades para continuar.

La Iglesia, cuna de Cataluña, y sujeto central de múltiples actividades positivas, que predica un ideario convivencial y respetuoso, ve a menudo menospreciada su presencia y sus derechos consuetudinarios, mientras gruposteóricamente marginales, que predican y practican una doctrina de enfrentamiento y fuerza consiguen respeto y reconocimiento. ¿Cómo es posible?

Es la consecuencia de una gran contradicción. La Iglesia mantiene una gran centralidad social, asistencial y educativa; también patrimonial, arquitectónica, artística, material. Llega allí donde los poderes públicos no llegan o no pretenden llegar. Pero a la vez se ha convertido en cultural y políticamente marginal, irrelevante. Mientras otras concepciones que practican la exclusión del hecho cristiano, al que estigmatizan, se han convertido en hegemónicas, culturalmente, y por lo tanto política. Hegemonía que significa que las concepciones de un sector, son aceptadas por la sociedad como la expresión de lo que piensa y quiere la mayoría, aunque en términos de práctica real no sea así.

Algunos cristianos aún piensan cuando se produce un acto irreverente, que buscan la polémica. ¡Qué ceguera! La fase de la polémica está superada. Ahora sencillamente lo que hacen con este tipo de actos es afirmar su hegemonía en la vida pública.

En su declaración conjunta el Papa Francesc y el Patriarca Kirill de Moscú afirmaban: “Estamos preocupados por la limitación de los derechos de los cristianos, por no hablar de la discriminación contra ellos, cuando algunas fuerzas políticas, guiadas por la ideología del secularismo que cuando se vuelve agresivo, tienden a empujar al margen de la vida pública”. Es nuestra situación.

Los efectos de todas las contradicciones y desequilibrios irán a más si no se produce la respuesta necesaria que puede adoptar formulaciones diversas. Pero dos son necesarias: el Reagrupamiento Cristiano, que haga posible una mejor y mayor presencia en el espacio público, y el proyecto cultural capaz de concretarlo.

A la respuesta estamos llamados todos. Los cristianos de fe y los de cultura y, todas las personas que queremos progreso social y económico, convivencia y ética eficaz, responsabilidad personal y menos externalidades negativas producidas por la sociedad, buen funcionamiento de las instituciones, más y mejor capital humano y social, y especialmente, de libertad para desarrollar la experiencia y la trascendencia religiosa, en el espacio público.

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