¿Y si Miguel Sanz votó a Yolanda Barcina en el último congreso de UPN?

¿Votó Miguel Sanz a Yolanda Barcina en el último y disputadísimo congreso de UPN? La hipótesis no es una ocurrencia de NC, sino que era el propio Miguel Sanz quien la lanzaba ayer mismo en un artículo de opinión publicado en el Diario de Navarra: “¿Quién puede asegurar a quién voté yo en el Congreso?”, se preguntaba Sanz.

En las últimas fechas ha desatado una mediana polvareda político-mediática la propuesta de Miguel Sanz de abrir un foro de debate en el seno de UPN, al abrigo del artículo 71 de los Estatutos del partido, pero al margen de los órganos del partido.

No obstante, Sanz matizaba en su escrito que “no olvido que UPN celebró su Congreso hace meses y que el resultado fue el que fue”, o que “entenderé que el Partido no considere conveniente la celebración de foro alguno”, e incluso “aceptaré con absoluta tranquilidad cualquier decisión que se adopte”. Es más, Miguel Sanz subrayaba particularmente que “ni a mí ni a nadie se debe identificar con “una maniobra de los perdedores del Congreso” por el simple hecho de opinar y hacer propuestas”. Y justo en ese punto del artículo en el que Sanz se niega a que sus propuestas u opiniones se identifiquen con maniobras de los perdedores del congreso es cuando introduce la pregunta de “¿Quién puede asegurar qué voté yo en el Congreso?”.

Nosotros no. Y por extraño que parezca no es del todo inimaginable.

Decíamos que  la división interna en UPN es la que es, pero no más.

Obviamente hay quien desearía que esa división aumentara y destrozara a UPN, por lo que inmediatamente pone una lupa encima de cualquier grieta. Astuta y legítimamente, por supuesto.

Pero Miguel Sanz debe saber eso y ser consciente de que todo lo que él hace o él dice puede ser utilizado en contra de UPN y de su presidenta, sea o no sea eso lo que él quiera. No ya por unos u otros en UPN, sino por los rivales externos de todo signo.

Es por ello que lo que dicen todos los expresidentes de todos los partidos es o irrelevante, por coincidente, o dinamita por discrepante, y oro molido por tanto para los rivales políticos. Por eso se aprecia tanto que los expresidentes valoren antes de hablar si procede irrelevancia, dinamita o prudente silencio. Nadie les puede amordazar, pero tampoco es obligatorio que opinen todo el rato o que tengan que protagonizar ellos los debates internos.