TODOS AL JUZGADO

TODOS AL JUZGADO La cosa se está desquiciando, y mucho. Cualquier día, a cualquier hora, oímos en la radio una retahila de noticias y vemos hasta como algo normal que todas ellas estén relacionadas con asuntos judiciales. Que si un juzgado se ocupa de una violenta disputa intrafamiliar, que otro va a juzgar a un terrorista, que otros varios reciben denuncias relacionadas con no se qué corrupción política, que un alcalde dice a otro que lo va a empapelar, que Ibarretxe va a contarle su vida al juez, que los jueces tienen algo que decir sobre la reforma de los estatutos de autonomía, que al final se encargan ellos de dirimir una elección muy apretada, que los tribunales europeos controlan el trafico macroempresarial. Al final los jueces vigilan y deciden sobre la vida, sobre la muerte, sobre las familias, los trabajos, los vecinos, los amigos y los artistas. Claro que al trabajo agotador de los jueces le precede el no menos agobiante de los legisladores. Y si todo tiende a acabar en el juzgado, de la misma forma, todo tiende a ser legislado, controlado, regulado, normalizado. Hay leyes para todo. Cualquier reducción al absurdo que ahora se nos ocurra será pronto superada por la realidad. Algún día, decíamos, harán una ley sobre el aire. Pues ya está aquí. Lo que denota esta obsesión legisladora-juzgadora es que aquellos conceptos antiguos que eran el sentido común, la honradez, la sinceridad, se están perdiendo a chorros entre nosotros. Y así, ideas simples que podían explicitarse en dos palabras (como “no matarás”, por ejemplo) dan lugar ahora, sin sentido ni común ni trascentente, a un bosque de papel del que no se ve la salida. Como en el caso del aprendiz de brujo, por cada nueva ley surgen dos nuevas trampas contra las cuales se dictan otras dos nuevas leyes. Y todo esto en el fondo está pasando por no querer reconocer, como hizo Navarra durante mil años, que algunas cosas no dependen de quien tenga mayoría en el Parlamento. Jerónimo Erro

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